Modos de ver el pensamiento
Por
Freddy Quezada
Introducción
Este ensayo nació como un esqueleto del que me auxilié, para
presentar la obra, en coautoría con Aurora Suárez, “Pensamiento a debate”.
Fruto de la prisa y, al mismo tiempo, de la necesidad de presentar los aspectos
de relieve de la obra, terminé añadiéndole al esquema grosero, cosas que yo no
dije, como coautor, en el libro y que, al final, permitieron la oportunidad de
redondear mi propio modo de mirar las cosas del pensamiento, o de los
pensamientos, para estar a la altura de la diseminación de sentidos, que ya
empieza, por otro lado, a desdibujarse al tenor de su abuso y la elasticidad de
su empleo.
El título, parte de que hay un observador externo a los
modos de ver el pensamiento (que en puridad habría que presentar también en
plural), observador que sería, a su vez, un invento del pensamiento mismo, y
“ver” que sería un atributo necesario, pero no suficiente, para rendir cuentas
de un fenómeno como “el pensamiento”. ¿Puede verse el ojo a sí mismo, en un
espejo, por ejemplo o, lo que mira, incluso desde ahí, es sólo su pasado? No es
que los viejos modos de pensar se nieguen a morir y los nuevos no terminen de
nacer, sino que su combinación alucinante, hoy, nos impide separarlos o, por lo
menos, nos exige un esfuerzo supremo para tratar de distinguirlos.
El ensayo está estructurado en cuatro partes sencillas: a) cómo se mira el pensamiento a sí mismo y
nos convence de ello; b) cómo componen, sus distintas variedades, su sentido y
lógica; c) cómo se impuso a los subalternos de “dentro” (necios) y de “fuera”
(ex-colonias) y cómo fue recibido por ellos;
y d) en quiénes se “reconcilia” (¿?) todo.
I.
Lo
que el pensamiento presupone
Las cinco cosas
comunes que el pensamiento dice de sí mismo son:
1.1 está en la cabeza. La
idea de que el pensamiento está en la cabeza, nos llega de una discusión doble,
en la que intervienen la ciencia, por un lado y la sabiduría, por el otro. En
primer lugar, la idea que no sólo el cerebro piensa, sino cada una de nuestras
células en una especie de holograma, ha sido probada y, la segunda, el litigio
que establecen neurofisiólogos y filósofos, sobre la relación que se establece
entre la mente y el cerebro.
A menudo se dice que el sexto sentido es el pensamiento que,
de administrar a los otros cinco, terminó por expropiarlos. Y no deja de llevar
razón por el tratamiento que ha terminado propinándoles. Incluso Heidegger,
hizo de su cueva -- la diferencia entre lo
"a la mano" (zuhandenheit)
y lo "a la vista" (vorhandenheit),
siendo aquello la base de los entes y
ésta la de la metafísica -- su trampa.
El archivo y las sensaciones que se guardan ha sido también
trabajado por autores radicales, como U.G. Krishnamurti, quienes señalan que el
cerebro sólo sirve para afinar las sensaciones y, la mente, un archivo inútil
que sólo sabe mirar el pasado.
1.2 está antes de toda acción.
Nada es digno de pensarse si los efectos de cualquier causa al expresarse en
los hechos, no se ofrecieran a la reflexión en sus dos caras como afirmación y
como crítica. La acción, la realidad, siempre viene después del pensamiento y
sólo interesa averiguar sus puntos de partida en un fundamento o archeos y en un destino, telos, cuyas nostalgias y marchas se
representan como lineales, dialécticas o sistémicas. El grueso de su despliegue
como práctica no interesa más que como el escenario donde la doxa recibe las órdenes de los dioses y
sus libros sagrados o de sus sucedáneos, los pensadores. El principio que
quiebra este prejuicio, es aquel que nos dice que el pensamiento ya es acción.
1.3 está por encima de cualquier
otra cosa. No son modelos religiosos, científicos, económicos o culturales
los que están más allá del bien y mal, sino el pensamiento mismo. Lo único que
se nos ha hecho creer que está por encima del pensamiento, son los dioses que,
paradoja, él mismo inventó por medio de la escritura y de quienes la llegaron a
dominar con maestría: los pensadores. Pero, el pensamiento, en verdad, no puede
estar por encima de la vida de la que es su fruto, para bien o para mal.
1.4 pensar,
primero, fue olvidar diferencias y, ahora, recordarlas. El movimiento del
pensamiento, sin que se quiera decir que ha sido simple, se ha movido
pendularmente entre separar y reunir, volver a separar y, de nuevo, reconciliar
las cosas y seres. Todo acto de separación produce un observador y, todo de
reunión, a un salvador. Tal es la historia del pensamiento moderno occidental
(el crítico y el emancipador; el científico y el profeta; el pensador y la
solución). El mismo principio gobierna otra de sus versiones que son la
homogeneización y la diferencia. Aquella necesitó, hasta hace muy poco, borrar
las diferencias para convencernos de su unidad y eternidad, borrando tiempo y
espacio; a ese orden pertenecen las categorías metafísicas maestras (trabajo,
espíritu, ser, lenguaje, diferencia, deconstrucción, etc) que caracterizan a
casi todos los pensadores. Es célebre la expresión de Borges que “pensar es
olvidar diferencias”, más espectacular, aún, fue la inversión que hizo de ella
Heidegger, al fundar el pensamiento en la diferencia entre ser y entes. Y la
que continuaría Foucault, al dotarlo de discontinuidades y acopio de archivos
al servicio de poderes y resistencias.
1.5 La
que no dice: el pensamiento no es la fuente de todas las soluciones,
sino, el principal problema de ellas. Puesta en negativo, como la miran J.
Krishnamurti y Osho, entre otros pensadores no occidentales, quizás este sea el
registro en el que tienen que desembocar las cuatro premisas anteriores: el
pensamiento consiste en resolver problemas. Ningún problema se resuelve solo o
deja disolverse. Para solucionarlo, el pensamiento moderno, al menos, necesita
el concurso y la observación de un sujeto que ejerza su dominio sobre lo que le
ofrecerá, de entrada, resistencias y opacidad.
De todas estas cosas, pensadores o
no, partimos como certezas apodícticas o como sentido común para vertebrar
sistemas teóricos y llamados a la acción. Pasemos a ver ahora su constitución
interna y la colonia de reglas que regulan el pensamiento en sus distintos
paradigmas.
El pensamiento es la primera de todas las religiones. Y la prueba que el
pensamiento es una religión, consiste en ser el dios de los ateos, de una parte
de los científicos y de la mayoría de los filósofos. La que creó a todas
las demás y se separó calladamente de ellas. Bastó que alguien supiera dominar
las artes de la comunicación oral y escrita para derivar de ellas todo el poder
de dioses y libros sagrados, confiados a ellos como intérpretes autorizados.
De Heidegger en adelante se ha distinguido el pensamiento
que calcula del que reflexiona. Aquel (rechnende
Denken), se basa en un sujeto que se adecúa a un objeto (operación que va
desde la metafísica de Platón hasta la tecnología actual, pasando por la
ciencia) a través del cual se buscan resultados; este (besinnliche Denken), en cambio, no busca nada y se manifiesta de
modo gratuito, se da (es gibt). Y ese
darse, como las rosas que florecen porque sí, se cumple en cualquier suceso del
que se apropia (ereignis) el Ser.
Quizás sea el propio Borges, quien lo haya resumido con su maestría de siempre:
“las cosas sólo suceden”.
Se puede
ver, el pensamiento, pues, desde dentro[1],
como reglas que, por brevedad y siguiendo a un pensador no occidental
(Nagarjuna), para tratar de verlas desde otra mirada y otra forma de
agruparlas, quien le llama tetralema,
podemos presentar así:
2.1 Todo es (la
metafísica de las certezas y fundamentos que va desde Parménides/Platón,
pasando por Descartes, Kant y otros, hasta pensadores, postmodernos incluso, de
todo tipo). Se basa en certezas apodícticas y en fundamentos que le llegan de
poder afirmarlas a través de la escritura[2],
que permite su despliegue a quienes se vuelven profesionales de ella.
2.2 Todo no es (la apofática y la dialéctica negativa que va
desde la escuela de Frankfurt, pasando por Heideger y parcialmente Nietzsche,
hasta los postcoloniales). Se basa en prohibirse afirmaciones y derivar, por lo
que no se dice, una verdad que se manifiesta rehusandose.
2.3 Todo es y no es (la dialéctica clásica que va desde
Heráclito hasta Hegel pasando por Marx y
todo tipo de revolucionario). Representa un espíritu único, en su origen, que
se escinde dolorosamente, produciendo la historia, sólo para volverse a
reconciliar, al final, consigo mismo y, en el tiempo entre uno y otro,
reconocer la ambigüedad, que faculta al representante a hablar por los dos aspectos
de lo real.
2.4 Todo ni es ni no es (el
escepticismo, el nihilismo, la co-determinación de un polo por el otro, como lo
vio Derrida[3],
y viceversa; y el principio del vacío, sunyata).
Se basa en un vacío sostenedor de una red correlativa, donde unos nudos se
generan por los demás y, todos juntos, a su vez, se remiten unos a otros,
condenados a deshacerse, sin anclajes monoteístas, ni categorías maestras
centrales. El vacío también está sujeto a las mismas reglas que crea, de tal
modo que, a diferencia de la deconstrucción, que se guarda de su objeto, él
mismo se empuja a desaparecer.
III.
A
los que el pensamiento se impone
En primer lugar se impuso a los
cuerpos a quienes convirtió literalmente en esclavos. Y hay que señalar que los
cuerpos, en virtud de la misma diferencia que nos cubre hoy como fundamento,
más que nadie, han sufrido tal diferencia como jerarquía. Esos cuerpos tienen
colores, tamaños, sexos, edades, imperfecciones, descomposiciones y espacios
que habitan. Si nos viéramos obligados a señalar a alguien que une lo que no
está separado, diríamos que los verdaderos filósofos son los artesanos, pues,
son los únicos que piensan con las manos. Apenas está despuntando todo ese
universo[4].
Luego, la imposición, alcanzó a los “necios” [5]
y subalternos considerados menores de edad, bisagra conceptual popularizada por
Kant, que se le hará llegar también a las colonias bajo el imperio de las
potencias marítimas europeas. Hacia abajo (con los necios practicando la doxa) y hacia afuera (con colonos
racializados), pues, las potencias europeas, los poderosos y los pensadores,
impusieron sus reglas en medio de sus rivalidades, pero también de sus
alianzas, entre escuelas y coronas.
El pensamiento se puede ver desde afuera, como una exterioridad
(sin importar sus contenidos, haciendo ver que no interesa si es la filosofía
continental de alemanes y franceses la superior, o no, a la analítica
pragmática anglosajona); exterioridad significa aquí, una relación de poder
entre los privilegiados metropolitanos del pensamiento, y quienes los
recibieron, y lo siguen haciendo, en las excolonias, abriéndose el recibo del
pensamiento por parte de los pensadores de las ex-colonias a tres alternativas:
3.1 como copia. Se recibe el pensamiento metropolitano y se lo
hace una copia de segunda (como lo señaló Salazar Bondy), y no escapa a ello,
ni siquiera el marxismo que bien
puede ser definido como de las carabelas.
3.2 como hibridez desfigurada, a ojos de unos, y fecunda, a la
de otros (Bahba y García Canclini). El
rechazo de las hibrideces corre a cuenta de los defensores de las categorías
maestras puras de la que viven literalmente los pensadores más representativos,
en especial los eurocentrados. Este piso es, por el otro lado, más creativo que
el sentido de copia anterior, pero se parte de él como si la hibridez fuera un
punto de llegada, y no se mira como punto de despegue que crece a partir de
combinaciones de combinaciones. En este nivel se advierten dos cosas: la sepultura
de cualquier observador que trate de separar las combinaciones y el
acercamiento asombroso a una actitud parecida a la de la gente común y
corriente.
3.3 como
un pensamiento “otro”, diferente, que se pronuncia desde otro espacio (locus enuntiationis) y corre el riesgo
de repetir lo que censura en el adversario, al proponer otros fundamentos con
Platones y Aristóteles amerindios y afrodescendientes para una segunda
liberación, esta vez epistémica (Mignolo, Dussel, Quijano)
¿Qué hemos buscado decir hasta aquí
y qué nos proponemos? Tres cosas:
4.1
La imagen que el pensamiento ha brindado de sí mismo y que todos, para
bien o para mal, hemos hecho nuestra.
4.2
Imagen que no ha sido única, sino que ha sido ofrecida como conjunto de
alternativas rivales entre pensadores de Francia, Alemania e Inglaterra [6],
sin el concurso de “necios” y colonizados y
4.3 Las formas en que han sido
recibidas por estos últimos, pueden hacernos creer, en virtud de las hibrideces
que componen, que se puede crear desde la imitación, en efecto, pero también, a
vernos como gente común y corriente que encierra en sí misma el todo[7],
del que siempre ha sido excluida y del que no necesita saberlo, porque no tiene
sentido separar lo que no se puede para, después, reunir lo que, de todos
modos, sería inútil. Incluso, según Henry (2007:198), Descartes afirmó "en
repetidas ocasiones, que para concebir correctamente la unión del alma y el cuerpo
era necesario dejar de pensar sobre tal fenómeno, para por el contrario
entregarse a él y vivirlo".[8]
Despacio sobre el numeral 4.3.
No vamos a terminar diciendo que hay
que victimizar, como hacen los programas emancipadores, a la gente común y
corriente, ni criminalizarla, como hacen los neoliberales. Ni una cosa ni la
otra, como el neti neti hindú, ni
esto ni aquello o, como la cuarta regla del tetralema de Nagarjuna.
Creo que se puede ver el papel de la
gente “común y corriente” desmesianizado,
como la talidad que de todos modos somos y que, sin saberlo, permite
reunir en nuestro seno todo el espectro combinatorio y abierto de los discursos
que se nos ofrecen, en proporciones desiguales, siendo la diferencia, entre
unas y otras personas, una cuestión de cantidades de las mezclas que no pueden
ser separadas.[9]
Tales combinaciones anulan cualquier idea de sustancia o de cambio en
direcciones a voluntad y las diferencias que pueden acusar las partes son, en strictu sensu, relaciones de poder.
No se trata de eliminar el
pensamiento, sino de quemar la
ilusión que está separado de los cuerpos de la gente común y de todo lo demás.
El pensamiento es un viaje puramente ilusorio[10],
cuyo soporte es la separación de las cosas como observador (que no es más que
el pasado almacenado como archivo, educación, cultura, monumento, memoria,
museo, historia et al) y el
establecimiento de un dualismo perpetuo del que hay que despertar. Lo único que
obtiene el pensamiento al separarse de lo pensado, es volverse una técnica, como
hacer hamacas. Nadie ha advertido que el pensamiento, más que las religiones y
las modernidades, es el que necesita una secularización de segundo orden.
Secularización que consistiría en despertarla de sus sueños de separación de
sus objetos y disolverse en una realidad (talidad)
sin opuestos, tal y como la mayoría de la gente común y corriente (y el budismo
Zen) hace, que no andan pensando, de manera separada, en objetos reflexivos,
paradigmas puros, explicaciones pacientes, especializaciones engorrosas y
empleo de vocabulario pedante. Hacer y pensar (como el carpintero y la
costurera) son una y la misma cosa en ellos, es decir, en nosotros[11].
Empleo los dos números en plural para separar, primero, pero no para reunir
después, pues nunca ha habido separación, más que como ilusión de pensadores.
Así, para hablar de regreso a donde ni siquiera se ha salido, debemos
encomillar, como indicamos al inicio de este trabajo, la expresión
“reconciliar” las cosas y el pensamiento en las personas comunes y corrientes.
No hay nada que reconciliar. Se une sólo lo separado, pero como es imposible
tal separación, podemos decir que la “reconciliación”, no es ni una cosa ni la
otra. Es como regresar a sí mismo sin salir de sí.
El asunto nos permite describirnos,
e incinerarnos en el acto, con un efecto
bonzo, en el instante mismo que nos pronunciamos, sólo para anular una
"reconciliación" que nadie ha solicitado, como agentes sociales
separados unos de otros por los viejos dualismos platónicos. De hecho, el flujo
de la vida siempre ha sido una combinación que ha venido combinándose y avanza
abierta en todos sus puntos que sirven de engarce o “espera”, como estructuras
químicas, a todo suceso, en el que debe incluirse a un observador
desapareciendo entre la gente común, de donde procede y de la que jamás ha
salido, como la rosa al abrirse, sin
brindar explicaciones.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Derrida, J
(1989) La escritura y la diferencia. Antrophos. Barcelona
Henry, M
(2007) Filosofía y fenomenología del cuerpo. Sígueme. Salamanca
Nagarjuna
(2006) Abandono de la discusión. Siruela. Madrid.
Nancy, J.L
(2003) Corpus. Arena Libros. Madrid.
Kosik, K
(1967) Dialéctica de lo Concreto. Grijalbo. México.
Sennett, R
(2009) El Artesano. Anagrama. Barcelona.
Sloterdijk,
P (2012) Has de cambiar tu vida. Pre-Textos. Valencia.
Spivak, G
(2010) Crítica de la razón poscolonial. Akal. Madrid.
Vattimo, G
(2010) Adiós a la verdad. Gedisa. Barcelona
-- (1991) Ética de la interpretación. Paidós. Barcelona.
[1]
Nos referiremos a todas ellas (a las
clásicas cartesianas de dudar, analizar, sintetizar y evaluar; a las reglas
formales de Kant; a la conciencia
siempre de algo, como sentido, de Husserl;
a las cadenas de superaciones
dialécticas de Hegel y al pensamiento no metafísico y gratuito de Heidegger),
agrupadas, de otro modo, y para hacerlo desde otra cultura, por Nagarjuna
(2006), pensador budista que funda la orden Mahayana.
[2] Derrida
(1989) ha pasado a ser héroe y villano, a la vez, pues su procedimiento de la
escritura logró reunir, en su seno, a pensadores, críticos, escritores
artísticos, religiosos, cientistas sociales, publicistas y cualquier escribano
a quienes los hizo depender, en sus discursos, de regímenes deconstructivos
cuya rendición de cuentas sólo se le debía al paradigma mismo que no llegó, tal
la diferencia con Nagarjuna, a aplicárselo a sí mismo y desaparecer.
[3]
Spivak (2010:412) vio la conexión entre Nagarjuna y su
maestro, de un modo ingenuo.”Es curioso que muchas de las denominadas
etnofilosofías (como el Tao, el Zen, el Sunyata,
la filosofía de Nagarjuna, las variedades del sufismo, etc) muestren afinidades
con partes de la deconstrucción”. Es de agradecer a Derrida, sin duda, su grito
apache “no hay nada fuera del texto”
y que facilitará la tarea de sus críticos de acusar a toda la postmodernidad de
renunciar a las luchas sociales, haciéndose satisfacer por el empleo correcto
de los términos respetuosos de la diferencia, sin asunción de compromisos
prácticos de lucha.
[4] Sloterdijk dice que la alta cultura
convirtió a la artesanía en “algo anónimo y degradado” (2012:374) y Sennet
(2009:9) que para los artesanos “hacer es pensar”. Son, que sepamos, los únicos
filósofos de relieve que les hemos visto reivindicar el papel cognitivo de los
artesanos. Griegos y romanos, por otro lado, no fueron tan categóricos en la
separación, como si lo serán los judeocristianos que la harán llegar hasta el
cartesianismo. Henry (2007), apoyándose en Maine de Biran, y Nancy (2003),
apoyándose en Deleuze, dos filósofos franceses, seguidores de Husserl y
Heidegger, respectivamente, tratarán de arrancar los cuerpos, sin mucho éxito,
de las mismas filosofías que abrazan para liberarlos, efectuando, al final, una
vuelta de tuerca intelectual más sobre el asunto. ¿Reflexionar sobre los
cuerpos no es ya traicionarlos?
[5] Desde
Sócrates hasta el marxismo, se les ha llamado “necios” o “masas” a la gente
común y corriente, siendo este último término tan halagüeño como amenazador.
Sin embargo, la alta cultura ha terminado por reconocer a regañadientes que,
desde la interactividad rediática, ya no las tiene todas consigo.
[6] España, Portugal y, en menor medida,
Holanda, fueron invisibilizadas por las trillizas y rivales, de las cuales
Francia e Inglaterra fueron enemigas y aliadas, a la vez, en los océanos,
permaneciendo sólo Alemania en tierra y cultivando el pensamiento que terminó
por dominarlas a todas. Si eslavos, escandinavos, ibéricos y flamencos son los cinturones
epistémicos pobres de las trillizas rivales, qué no dirán de los cinturones de
países del Sur.¿Los italianos? son los consigleri de las trillizas.Qué mejor representación se puede uno
imaginar, como Don Vito Corleone susurrando a Cardenales, que George Steiner,
que reúne en sí mismo a las trillizas, y Umberto Eco que lo aconseja. Los
pensadores de EEUU, por su parte, suelen ser citados por las trillizas por el
papel de potencia que tiene, pero a la cual siempre se la ha considerado, en
voz baja, con desprecio. Las mismas razones, pues, que explican por qué los
eurocéntricos citan a pensadores gringos son las mismas para hacerlo nosotros
con ellos: por su poder. Tales trillizas rivales, y sus parientes pobres, ahora
son juzgadas con la misma historia que impusieron a “necios” y colonizados y
nos la hicieron padecer.
[7]
Llamamos único
e irrepetible a la mezcla desigual y combinada del todo con cada una de sus
partes.
[8]
Del igual modo, Kosik (1967:11) dice lo mismo, pero con un temor que prueba que la separación y la
reunión, después, sobre la ilusión primera que causa aquella, ha sido el
negocio de los pensadores de toda la vida. "Si la apariencia fenoménica y
la esencia de las cosas coincidieran totalmente, la ciencia y la filosofía
serían superfluas". Y exactamente es lo que sucede ya con la episteme y la doxa; el ser y los entes; el samsara y el nirvana. La definición se
ajusta al empleo masivo de la tecnología por parte de millones de usuarios
comunes.
[9]
Zorba “El
griego”, posiblemente sirva de ejemplo, al reunir en sí mismo, al nirvana y al
samsara, tal como lo miró Nagarjuna. Era tan común y corriente, y a la vez, sin
saberlo, tan sabio, ese hombre, que sólo necesitábamos bailar con él para
averiguarlo.
[10] Medir, calcular y juzgar es comparar y, esto último, es
desear, desde lo que ya se es hacia lo que se debe ser.
[11] El pragmatismo y la hermenéutica no
andan muy lejos de decir cosas parecidas (Vattimo, 1991; 2010)