Plagio
electrónico: la otra cara del APA
Por
Aníbal Alemán, Ramiro Castillo, Freddy Quezada, Hazel Rueda.
Somos
minorías autoritarias frente a masas
sin
conciencia, al parecer, de comisión de faltas.
El
presente artículo trata sobre el tema del plagio electrónico. Dicho documento se
estructura en tres partes. Al inicio se aborda el plagio desde el ámbito
epistémico que tiene una relación, quizás no tan directa, con la verdad
como adecuación, a través de un procedimiento científico que busca resultados,
entre un sujeto y un objeto. Seguidamente se analiza desde el ámbito de la
ética, donde circula en forma de penalizaciones y observancia de
procedimientos, normas y deberes a guardar en la diferencia perfecta entre un
original y un fraude. Posteriormente se analiza el aspecto estético donde
encuentra su nudo y complejidades más fecundas, pues, es el terreno del
original, como obra de arte, y su reproductibilidad mecánica, y hoy
electrónica, que la despoja de toda singularidad y la abre al nuevo poder de
participación de los usuarios, en el sentido de Walter Benjamín, reenviándola
al campo epistémico. Por último, se presentan tres escenarios, con el propósito
de luchar como creyentes en tierra de infieles; a negociar otras condiciones; o
a rendirnos con honor y dignidad.
Palabras
claves
Plagio,
copia, pegar, fraude, copy and paste, original, emisor, receptor.
Presentación
El objetivo fundamental de estas notas, elaboradas
por un equipo de profesores de la carrera de “Comunicación para el desarrollo”
de la UNAN- Managua, y contando con la edición del Msc Walter Calderón Ramírez,
es sincerar el problema del plagio electrónico a través de la discusión
académica, por medio de mesas, debates, foros, entre otros, además de
proporcionar pistas para su agenda y escenarios para sus salidas.
El plagio
es parte orgánica de la piratería, un mal universal que, junto al cambio
climático, la inmigración, el narcotráfico, el terrorismo y las epidemias
mundiales, pertenecen a ese rango de fenómenos que exigen el concurso de todas
las naciones para mitigarlos y que hizo nacer la célebre definición de los
estados nacionales contemporáneos como aquellos “demasiado grandes para
resolver los pequeños problemas y demasiado pequeños, para resolver los grandes”.
Estamos
ante un asalto masivo y universal de plagios que son entregados como trabajos
de cursos bajo la definición de investigaciones, ensayos, proyectos o
diagnósticos. Situados en lo que a veces pareciera un callejón sin salida, una
buena parte de los docentes de las universidades del mundo, sabemos que nos
volvemos, por indolencia, pereza y vista gorda, en cómplices de un modo masivo
de fraude conocido en inglés como “copy and paste”, copiar y pegar.
Debido a la facilidad, accesibilidad y masividad [1]
de la fuente de donde pueden ser tomados los originales, o los tenidos por
tales, delante de una pantalla electrónica, se ha vuelto un problema su “otro”:
el plagio.
Y de
ético, este fenómeno reclama, también, una valoración epistémica, que tenga que
ver no sólo con las faltas a un régimen de deberes, de suyo sancionables, sino
con la revisión entre original y copia, que se ha mantenido por siglos en
nuestra cultura [2] y
que, sólo hasta que se le hizo intervenir al juicio estético, se han
abierto nuevas posibilidades de examinar el asunto, desde perspectiva de
usuarios, consumidores y receptores.
Decimos,
pues, que hay tres campos en conflicto en este fenómeno: epistémico, ético y
estético. Los clásicos campos kantianos. En el primero, se trata de la verdad
como correspondencia; en el segundo, de las penalizaciones sobre la violación
de los originales y, en el tercero de la interpretación y ahora, facilitado por
la accesibilidad de los archivos, la co-participación de los receptores en las
obras. La vorstellung y la darstellung,[3]
en el primer y tercer caso y, de las infracciones, en el segundo. La verdad,
el deber y el original.
Se trata de la representación y la reproducción
como voluntad de un sujeto en los tres reinos, para el cual todo es un objeto
que puede crear, estudiar, manipular, repetir, construir, rehacer, alterar o
darse la libertad de opinar sobre él, con el mismo derecho que le asistiría a
cualquier otro, si es una obra de arte.
Lo que parece suceder ahora es que la ética invade
el campo de la estética y ésta, a su vez, relanza la episteme con la
co-participación de los usuarios, convirtiendo todo en terreno del giro hacia
los receptores, audiencias y usuarios. Y, en consecuencia, las amenazas hacia
la autoridad del sujeto y el desafío hacia los emisores y sus códigos penales.
Hay, en
síntesis, dos caminos ante la relación de originales y copias: o cerramos los
ojos ante el fenómeno y nos hacemos cómplices de algunas de sus etapas o nos
decidimos a revisar de raíz el fenómeno que cuenta con su presencia en, al
menos, los tres ámbitos mencionados, que pueden ser distintos o no, será asunto
de investigación, y los emplearemos como apartados para arriesgar algunas
pistas y anunciar, al final, algunos escenarios.
No
conocemos una investigación a fondo, en las Universidades de Nicaragua, sobre
el plagio académico. Una de las razones que nos animó a escribir estas notas es
precisamente justificar la necesidad de contar con una línea de investigación
declarada, al menos en la UNAN-Managua, para empezar a formular proyectos de
investigación para el caso.
En ese
sentido, como antecedente, a continuación presentamos algunos datos de una
investigación de Donald McCabe, citada
por Amador (2010), sobre su impacto a nivel académico, aplicando
encuestas a estudiantes de pregrado y posgrado de distintas universidades de
Estados Unidos a lo largo de 3 años.
Plagio
Infracción
|
Pregrado
|
Posgrado
|
Parafrasear o copiar de
una fuente escrita algunas oraciones sin
referenciarlo
|
36%
|
35%
|
Parafrasear o copiar de Internet algunas
oraciones sin referenciarlo
|
32%
|
31%
|
Fabricar o falsificar una bibliografía
|
14%
|
13%
|
Entregar un trabajo copiado de otra persona
|
8%
|
7%
|
Copiar casi palabra por palabra de una fuente
escrita sin citarlo
|
7%
|
6%
|
Obtener un artículo de un sitio de Internet de
venta de artículos
|
3%
|
8%
|
TOTAL
|
100
|
100
|
Fuente:
McCabe, citado por Amador (2010)
Es
evidente que un porcentaje considerable de
estudiantes tanto en el nivel de pregrado y posgrado, admiten el
haber parafraseado oraciones ya sea de Internet o de una fuente escrita, sin
citar la fuente de origen. Esto representa un gran problema de plagio, ya que
probablemente la mayoría de estos estudiantes creen que hacen bien al no poner
la referencia cuando se parafrasea, situación que no es así, ya que de igual
forma se está cometiendo plagio.
Algunas
universidades han tomado cartas en el asunto, para tratar de evitar el problema
del plagio. Un ejemplo es la Universidad de Costa Rica que considera la
acción del plagio como una falta muy grave. Desde febrero del 2010, copiar de
forma total o parcial una obra intelectual de cualquier tipo, o presentar como
propio el trabajo realizado por otras personas es considerado como falta muy
grave. Así quedó acordado por el Consejo Universitario, el cual hizo la
modificación respectiva al Reglamento de Orden y Disciplina de los Estudiantes
(Amador, 2010).
Con esta
medida se pretende resolver y desincentivar a los plagiadores a que cometan
este tipo de actos fraudulentos que atentan contra la formación académica y
profesional que la UCR brinda a sus estudiantes. (Amador, 2010). Esta modificación
al reglamento se originó a partir de una solicitud hecha por el director de la
Escuela de Filosofía, Dr. Manuel Triana. (Amador, 2010)
Las
faltas muy graves como cometer plagio, se sancionan con la suspensión del
estudiante por un plazo no menor de 6 meses
calendario y hasta un máximo de 6
años calendario. Dependiendo de la situación del estudiante estas
sanciones pueden ser sustituidas por medidas correctivas que varían según cada
caso.
Ámbito
Epistémico
La
relación del original con la copia, tiene una relación, quizás no tan evidente,
con la verdad como adecuación, a través de un procedimiento científico que
calcula y busca resultados, entre un sujeto y un objeto. Si habláramos de una
bisagra, diríamos que es la autenticidad en el sentido que le imprimió
Heidegger, como verdad (aletheia) del Dasein y su originalidad
para cada caso. Toda la actividad está del lado de unos expertos autorizados
que, en el campo de la comunicación, llamamos emisor. Ellos cuentan con las
llaves de algo de su perfecto dominio que no siempre presentan como fruto de
combinaciones anteriores, y otros resultados, y que las hacen desembocar en un
nuevo régimen de verdades. Casi podríamos decir que la verdad equivale a un
original por medio de las esencias eternas que ambas declaran abrigar. Cuentan
con el mismo registro y participan de muchos principios comunes.
En términos epistémicos sabemos que hay que revisar
la relación que se ha guardado siempre para mantener un régimen aristotélico/kantiano,
entre copia y original. Separación que funda a nuestras universidades,
industrias y comercio de símbolos. Este sería el despegue teórico para el
despeje del impasse. Toda reflexión del asunto se enmarcaría a partir de
tal separación. Y se desdoblaría entre campo epistémico (la
representación como adecuación entre un sujeto y un objeto que pasaría por
verdad y original) y un régimen ético que sería su guardián y custodio.
Un original electrónico puede ser original, pero
también una copia, o mezcla de copias, que impediría ser presentada como prueba
de original, para penalizar una falta sin cuerpo de delito. La situación ha
llevado a desconfiar de autorías en primera instancia que no cuentan con
garantías de ser, a su vez, originales. Hay “memes”, por ejemplo, que
arbitraria y jocosamente atribuyen frases y aforismos a personas que no son sus
autores, sembrando el escepticismo no sólo sobre los responsables directos del
engaño, que no rinden cuentas a nadie y también nadie se las exige, sino en el
medio que lo permite y desestabiliza todo. Uno estaría tentado de decir que el
desorden y las combinaciones, prueban ser creativas en mano de los diseñadores
gráficos que usualmente crean, entre otras cosas, a partir de réplicas, como
los “memes”, borrando las fronteras entre originales y creaciones a base de
copias. Lo otro y, a la vez, lo mismo del plagio, son los diseñadores gráficos.
La copia de una copia, suspendería el castigo y nos
llevaría a la cuestión de la huella originaria, como
Derrida miraba las cosas, que nunca hallaremos, convirtiéndose todo en
copia o recirculación de mezclas de mezclas y haciendo innecesaria toda ética y
en consecuencia todo castigo. Sería como un regreso a los orígenes bajo el
principio que nadie es dueño de las ideas,
llamando autor sólo a aquél que las combina sobre hombros de sus antecesores.
Una situación así, nos autorizaría a pensar que
Platón, por ejemplo, sólo hizo una mezcla, sin duda creadora, entre Parménides
y Heráclito, para fundar la concepción que aún domina a toda la cultura
occidental, de una ousía eterna y un flujo de lo real, lleno de
incertidumbres y movilidades. Marx, también dentro de este escenario, sería
juzgado como un combinador, genial sin duda, al unir la economía inglesa con
las especulaciones filosóficas alemanas. Del mismo modo, Parsons que unirá a
Max Weber con Emile Durkheim y Heidegger a Nicolás de Cusa con Meister Eckart.
La pureza estaría bajo fuego y con ella la originalidad. Nada nace de la nada.
Ex nihilo nihil fit.
Ámbito Ético
No obstante, el tema del plagio no es un asunto que
ocupe, única y exclusivamente a los estudiantes a nivel de pregrado, aunque
siempre es a ellos a quienes se les señala, también es un problema en niveles
superiores, incluso hay profesores que han sido destituidos de su función
docente por cometer el delito de plagio. Esto evidencia que no es un problema
generacional, como algunos creen, esto solo demuestra que el plagio es un
asunto de ética.
En la Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM), específicamente en la Facultad de Filosofía y Letras, un profesor fue
dado de baja de sus funciones por incurrir en “graves deficiencias en las
labores docentes o de investigación, objetivamente comprobada”. El copy and paste, como popularmente se le
conoce, es una práctica que incluye a todos y todas, ante esta problemática las
universidades están haciendo intentos severos por eliminarla de la comunidad
académica e intelectual, sin embargo, no es una tarea fácil, pues están en
juego los valores éticos y morales que se supone, deben ser fomentados e inculcados
desde el seno familiar.
En este caso, es motivo de alarma el hecho que tanto
estudiantes como autoridades académicas, están repitiendo patrones de conducta
de sus mismos mentores, ante esto, la tarea se vuelve más compleja aún, pues
para erradicar el plagio de las actividades intelectuales es preciso que sean
los mismos docentes quienes se sensibilicen sobre el tema de honestidad y
producción epistemológica, para que su preocupación pueda ser transmitida a los
discentes.
La
relación de original con la copia, es en este ámbito donde circula en forma de
penalizaciones y observancia de procedimientos, normas y deberes a guardar en
la diferencia perfecta entre un original y un fraude. Estos códigos, hasta
donde vamos, han tratado de refinarse por las comunidades de jueces académicos,
para salirle al paso a la generalización de las faltas, o atemperarlas, con un
sistema de patentes autorales, parecido a un listado protegido de inventores,
conocido como APA por sus siglas en inglés (Alemán y Quezada, 2015). Le
llamaremos mensaje a esta dimensión, en virtud del diagrama de la comunicación.
Recortar o endurecer estos códigos pertenece a la familia de proposiciones a
considerar, según la salida que se recomiende para lo que, desde este ámbito,
constituye un escándalo. Lo veremos al final.
Hablaremos
exclusivamente aquí del plagio y la actitud ética ante él. Hay conceptos
vecinos con los que a veces se confunde y en efecto guarda fuertes
coincidencias. Umberto Eco profundiza, a veces se complica y, de paso, nos
arrastra con él, en las diferencias entre copia, falsificación, facsímil,
apócrifo, pastiche, doble, piratería, imitación, plagio artístico, reproducción
y otros (Eco, 1992: 181-208).[4]
El plagio, objeto de nuestra investigación, lo definiremos, para no
intoxicarnos con la embriaguez diferencial de Umberto Eco, strictu
sensu, en su sentido más estrecho, como citar íntegro algo ajeno, de
preferencia escrito, y ocultar la fuente.
Los profesores
recibimos ensayos e investigaciones sin referencias ni citas que abren un juego
persecutorio entre profesores y estudiantes, como el que observamos en esas
series de televisión entre policías y ladrones. Muchos de nosotros, a veces,
dejamos creer que se nos engaña ya sea por cansancio, desidia, prisa,
indolencia, renuncia y abandono.
El copy
and paste, como es conocida la generación bajo estudio, de la que no
están excluidos los propios jueces cuando ellos mismos son estudiantes de
niveles superiores en maestrías y doctorados, es la versión académica de la
piratería electrónica perseguible de oficio y ya debidamente penalizada en la
legislación de muchos países. El equivalente entre la comunidad académica, para
mitigar los daños, sería la generalización del empleo del régimen citacional
conocido, por sus siglas en inglés, como APA.[5]
El recurso cómico, por lo demás, no
dejaría de parecer la defensa de unos académicos exigentes, ante un enjambre
enfurecido de abejas africanas, intentando detenerlas con una bibliografía en
orden alfabético, como cuando se intenta azotar a una nube de moscas con un
periódico doblado sobre sí mismo, en forma de barra, al mismo tiempo que salvar
su trasero de las picaduras.
Hay dos
cosas detrás del combate entre el APA y el plagio: el sentido de ahorro de
trabajo de las nuevas tecnologías (la comodidad) y el concepto de un original
de esencias eternas. El APA (como registro de propiedad y catastro de bienes
intangibles) del lado de los profesores y el plagio aparentemente del lado de
los estudiantes, sería algo así como la batalla campal desencadenada en las
comunidades de estudio del planeta entero.
Para los plagiadores,
como para el pirata, sin embargo, parece no haber conciencia del delito. Este
lo justifica con su situación económica; aquellos, con la abundancia, tentación
y facilidad de los registros y bancos de información que suelen fundir
información con educación, cubierto todo bajo un radar ameno de
entretenimiento.
Hay una
relación diferente entre ellos y los archivos electrónicos; diferentes a los de
la generación de la imprenta. Y en ese cambio o diferencia
posiblemente radiquen algunas explicaciones al misterio y “abuso” que, acaso,
tenga que ver con el sentido de toda tecnología de proporcionarnos confort y emplear
el menor esfuerzo, la más baja cantidad de energía física y la mayor velocidad
en las operaciones. Debe haber un punto en la curva, digna de investigación,
donde se operó el “giro” entre estudiantes y profesores y el terreno ético fue
abandonado a favor de una relación epistémica, reenviada por la permisividad
estética, desde la capacidad de los usuarios de manipular contenidos.
Todo pasó
de la moral única a los derechos de los usuarios; de los originales a la
accesibilidad; de la autenticidad a las combinaciones; de la pureza de una
verdad al derecho de miles de ella; de la autoridad de los pocos a la libertad
de los muchos; de la episteme a la doxa. La diferencia ahora es
la velocidad de los plagios y la cantidad de los plagiadores. El poder del número
rompió los candados de operaciones regulables con códigos severos y su dominio
anunciaprobablemente otro régimen de valores. Un músico, Peter Wolf, decía,
reconociendo la gratuidad, anonimato y patrimonio colectivo de toda idea,
uniéndola sorprendentemente a la importancia de los receptores que “al final
una idea no es tuya; es sólo tu interpretación sobre algo”.
Para
averiguar quién copia y no cita, es necesario usar el mismo recurso que sirve
para el plagio: los archivos electrónicos. Es sencillo. Se toma al azar un
fragmento de lo entregado, se copia, se coloca en la caja de Google y el
motor de búsqueda nos lleva exactamente al sitio de donde fue tomado. Todo
estudiante sabe que ese es el riesgo que corre y si se le sorprende en falta,
penalizado. Incluso ya existen programas electrónicos destinados
específicamente para descubrir los plagios más inteligentes. Pero se usan muy
poco. Se prefiere directamente Google.
Lo que
debiera castigarse, y se deja pasar, por su número, es que no citen. No que parafraseen.
Estos son recursos académicos autorizados por el uso y conocimiento de las
reglas citacionales. Y muy probablemente, la paráfrasis haya sido la grieta que
hizo crujir todo el edificio porque “copiando y pegando”, se pueden efectuar
ajustes gramaticales, usualmente nexos adversativos y pequeños enlaces de
sentido, para hacer pasar como paráfrasis, legalmente reconocida, una
construcción ajena.
Ya cuando
se le agregan opiniones propias, por muy pequeñas que sean y, si son
sustantivas o no, será a discreción de un evaluador autorizado bajo nuevas
reglas, deberá tomarse como creación. Benjamin decía que la cinematografía era
creadora de Frankensteins, pero mantuvo más su atención en el monstruo que en
el procedimiento de su creación. Monstruos o no, la creación hoy procede de
combinaciones que perfectamente pueden ser de copiados y pegados de un modo
desigual y combinado, para agregarle un atributo concebido como ley, por León
Trotsky.
Ya hay paradigmas que explícitamente emplean ese registro como espina
dorsal de sus operaciones teóricas, sobre todo en las que alguna vez fueron
colonias europeas, desde las escuelas que abordan la hibridez, como Gloria
Anzaldúa, “chicana” del pensamiento de fronteras; Dipesh Chakravarty de la
escuela de los subalternistas de la India; Homi Bhabha de la postcolonial y
Néstor García Canclini de la teoría activa del receptor latinoamericano. Se
extraña en los decoloniales que no hayan seguido explorando esta ruta y, antes
bien, volvieran grupas a la vieja filosofía de la sospecha y a la castidad
epistémica de sus actores privilegiados.
La falta
y el delito son plaga y legión, desde el punto de vista de un juez severo, autoritario
y exigente que podría activar alertas tempranas por la inversión de la escala
de valores donde -- como solía decir cínicamente Picasso -- “el bueno imita;
pero el mejor, roba”. Mientras antes el número era controlable con las
reglas y las penalizaciones, ahora ya no. O sí, pero es desgastante sancionarlo
y la cantidad de plagiadores es tanta que sepultaría cualquier iniciativa,
terminando los jueces por la salida más cómoda, fácil y dispensable: hacerse de
la vista gorda.
La misma
comodidad disponible para los “villanos”, por las nuevas tecnologías que, en el
fondo, lo que persiguen es el confort (a contrapelo de lo que pensaba Marx con
ellas dentro del capitalismo [6]
y, a favor de lo que imaginó su yerno Paul Lafargue como derecho a la pereza,
aún sin ellas), es la que usan, como justificación, los jueces para absolver a
los pillos, al no servirse de ellas, bajo el principio jurídico de preferir
liberar a un solo culpable, que condenar a miles de inocentes.
La pereza
que facilita la tecnología, plagiar en el estudiante, es la misma del docente
que también quiere gozarla, al no verificarlo.
El Heidegger tardío, al abandonar a sí misma a la metafísica (que iba,
según él, de la filosofía hasta la técnica, pasando por la ciencia), se rindió
ante la pereza que produciría la tecnología (una suerte de “dolce far niente")
y un vacío angustioso ("horror vacui") llenado hoy con los
mismos archivos electrónicos que lo ocasionan. Fruto de esa renuncia es su
expresión parafraseada de Holderlin que “sólo estando más cerca del peligro es que podremos salvarnos”.
Viejo recurso soteriológico venido del principio oriental que "estamos más
cerca del amanecer, sólo cuando estamos en medio de lo más oscuro de la
noche". O, la que emplea Marx para justificar las esperanzas prometeicas
en el proletariado, al decir que estos "no deberían tener absolutamente
nada para, algún día, tenerlo todo".
¿Antes no
era así? ¿O lo era y retrospectivamente hasta ahora lo vemos?
El
surgimiento de la imprenta, a finales de la Edad Media, transformó la sociedad
y abrió una nueva era al conservar el pensamiento escrito o la imagen y
difundirlos en numerosos ejemplares que luego llegaban a distintos receptores.
Por este fenómeno de masificación, nacieron los derechos de autor, para evitar
el hurto de libros y así proteger al mismo.
En la
actualidad se habla más de plagio; sin embargo, siempre ha existido desde
la invención de la imprenta. Cuando no existía la tecnología electrónica, las
tareas e investigaciones se hacían a través de los libros, donde los
estudiantes iban a las bibliotecas a realizar sus trabajos todo un día o una
tarde. Posteriormente entregaban sus trabajos, pero el hecho de pasar varias
horas sentados en una biblioteca con un libro, no levantaba sospechas que
existía plagio; más bien, se reconocía el esfuerzo de los estudiantes.
Este reconocimiento surge a partir de lo que los alumnos interpretaban de
las lecturas que hacían, pero no se puede deducir que todo era interpretación,
puesto que al momento de investigar, lo que se hacía era transcribir del libro
al cuaderno y, así, presentarlo como trabajo propio.
El
reconocimiento otorgado al estudiante en la era del libro, ya no será el
mismo en la era de la tecnología, porque el fenómeno de “copiar y pegar” desde
cualquier buscador de Internet, hace sospechar a cualquier docente, que
los trabajos que calificamos son plagios y, por ende, tienen que ser
penalizados. A raíz de este fenómeno, podemos hacer una clasificación de dos
tipos de plagios:
Plagio
total: a veces castigamos fuerte cuando es demasiado el descaro, porque en
muchas ocasiones los plagiarios sólo le cambian el nombre a los trabajos que
encuentran en Internet y los presentan como propios.
Plagio
parcial: es cuando el estudiante descarga varios trabajos de la nube y toma
fragmentos de cada uno, armando una interpretación, presentándose como un
trabajo original, muchas veces poco claro en las fuentes bibliográficas.
A veces los docentes, vacilamos sobre cómo juzgar lo mal citado y algunas
reflexiones propias, como valor agregado, dignas de ser consideradas. Los
anclajes se vuelven formas estrictas de citar y el APA sirve de instrumento y
látigo a la vez. Uno hasta podría imaginar que el APA nació como reaseguro de
emisores perjudicados ante el copy and paste. Reacción de autores de
siglo XX, ante plagiarios del XXI.
Ámbito Estético
La
relación de original con la copia, es aquí donde encuentra su nudo y
complejidades más fecundas, pues, es el terreno del original, como obra de
arte, y su reproductibilidad mecánica, y hoy electrónica, que la despoja de
toda singularidad y la abre al nuevo poder de participación de los usuarios, en
el sentido de Walter Benjamín, reenviándola al campo epistémico, pero como base
para la discusión sobre la naturaleza de lo original y la creación a base de
combinaciones. En términos de la comunicación, es el reino de los receptores.
La originalidad tiene su cuna en el arte.
Aristóteles es el que la clasifica como mímesis creadora, como imitación
de la naturaleza, pero con el valor agregado del autor. El dominio de tal
principio, lo vino a romper Giambattista Vico, en el Renacimiento, por medio
del giro que se opera con el tiempo lineal que funda el judeocristianismo y anuncia
lo nuevo como lo original. La carga pasa de un pasado clásico a un futuro
creador y sólo será Heidegger, con la autenticidad del ser, como elección
propia de todas las posibilidades que el Dasein tiene, quien se detendrá
en el presente.
El arte que despertará en los espectadores el
gusto, en los términos presentados por Kant, es quien anunciará la entrada de
la doxa, de la gente común y corriente, por arriba, aún custodiada por
los críticos, y permitirá las opiniones más variadas que, convertidas después
en textos, sonidos e imágenes, inaugurarán las escuelas hermenéuticas a partir
de Gadamer y que terminarán por producir las teorías finitas del receptor de
Eco y la diseminación de significados de Derrida.
Pero es Walter Benjamin el que anclará su mirada en
las tecnologías reproductivas y las articulará con el aura del original y el
carácter secular y desacralizado de las copias, indistinguibles de su
referencia, como un primus inter pares, [7]ya
con el poder de permitir a grandes cantidades de usuarios componer contenidos
sobre la base de los archivos. Muy parecido a lo que han hecho siempre los
propios emisores clásicos de un modo oculto [8]y
lo que ya abiertamente declaran los autores de la hibridez, o pensamiento de
fronteras, como se le conoce también.
La era de los receptores, pues,
nos estaría regresando, en una especie de círculo, sin saber si será vicioso o
no, al inicio epistémico. Vemos, pues, cómo se pasa del centro de atención del
emisor, luego al mensaje, para terminar en la teoría del receptor, que lo
permitió el juicio del gusto frente a las obras de arte y que, vuelta luego
texto, permitirá la hermenéutica de las interpretaciones, la diseminación de
los significados y el poder de los receptores, ya frente a archivos
gigantescos, versátiles, dúctiles, elásticos y flexibles [9] que serán fácilmente
manipulables en sus contenidos, como una suerte de “zuhandenheit”
heidegggeriana,lo que está a la mano y lo disponible cotidianamente a los
entes.
Resumamos,
para estar claros.
El arte reproducido, según
Benjamin, es mera copia de un original que siempre está ausente. Pero así
funcionan, también, los conceptos como exadaequatio de la verdad. La
diferencia quizás sea que, en la episteme, gobierna el emisor y, en la
estética, los receptores, manteniéndose, diríamos que en medio, el respeto
ético a reglas de un régimen donde ya se han consagrado los derechos de
autenticidad y originalidad de los autores, que hoy se defienden bajo el escudo
del APA. El problema está dividido de modo desigual y, hoy podríamos decir que
transversales, en los tres reinos que hizo célebre la obra de Kant y que deben
mantener entre sí un equilibrio inalámbrico: la razón pura (teoría), la razón
práctica (moral) y el juicio estético (arte). Verdad, bondad y belleza.
Escenarios
Si la montaña no viene a nosotros, tendremos que ir
nosotros a ella. A luchar como creyentes en tierra de infieles; a negociar
otras condiciones; o a rendirnos con honor y dignidad. El problema es tan
grande, masivo y universal que amenaza con cubrir y tragar todas las salidas,
al grado que el problema puede volverse, ya en la desesperación, convirtiendo
la falta en virtud, en la solución misma.
Escenario
conservador: Endurecer más las reglas y redoblar la carga para los
jueces. Este escenario consistiría en aplicar, a todos los plagiarios que
entreguen ensayos e investigaciones, marcos teóricos, historia y
antecedentes en sus protocolos, el programa electrónico para detectar plagios.
Significa recapacitar a todo el plantel docente y anunciarle a los plagiadores
las nuevas reglas donde el plagio se sancionará severamente. También los
propios docentes se someterán a tales reglas, pues, al ofrecer sus ensayos y
sus tesis de postgrados, aceptarán ser sometidos a los programas detectores. El
esfuerzo deberá consistir en usar pruebas aleatorias y representativas de todos
los trabajos bajo su cargo y someterlos al detector. La recapacitación debe
cubrir también asignaturas de refrescamientos clásicos que van desde Aristóteles
con la mímesis hasta Kant con el concepto de representación, pasando por
el punto de inflexión que anuncia Walter Benjamín, y que será el punto de
partida de la hermenéutica gadameriana, la diseminación derridiana y
todas las variedades post y decoloniales en sus ars combinatoria.
Escenario
negociador: Flexibilizar las reglas a partir de examinar lo
que no es repetición y reconocer lo creado a base de mezclas como
digno de ser valorado. Es un escenario casuístico, despejable a partir de
desconocer todo lo copiado y pegado y dictaminar los valores agregados, aún
aquellos al amparo de paráfrasis.
Escenario abierto: En el
fondo se trata del poder del número, del lugar de las verdades y de los
originales en ese terreno. Hemos llegado a un punto, héroes y villanos, que
debemos preguntarnos si los docentes no son minorías autoritarias frente a
masas sin conciencia, al parecer, de la comisión de sus faltas. De eso se trata
a lo que deseamos abrirnos. Renunciar a valorar regímenes citacionales y crear
regímenes éticos por donde pasen las nuevas normas. ¿Cuáles? Lo dejamos
abierto, como conjunto vacío, a la espera de ser el generador de nuevas
mezclas.
CONCLUSIÓN
Sea lo
que sea, lo cierto es que no pueden retrasarse las soluciones. La indolencia y
permisividad, sólo acelerarán escenarios más radicales que amenazan con una
revolución que hará saltar por los aires, todo el régimen académico como hasta
hoy lo conocemos.
Cualquier
solución que resolvamos tomar, debemos hacerla pasar antes por sincerar algo
que ha sufrido la banalización de un mal que, de excepción ha pasado a ser
regla y, en consecuencia, exige cambios no sólo de juegos de lenguajes, sino de
gramáticas, para un problema que pareciera una broma de meme estudiantil:
“Cuando
le robas la idea a una persona, es plagio; pero, cuando es a muchas, es
investigación”.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Alemán, A.Quezada, F. (2014) Consideraciones críticas sobre el sistema de referencias
bibliográficas conocido por sus siglas en inglés como APA. Revista
Humanismo y cambio social número 4.
Amador, A.
(2010) Incluyen plagio como falta muy grave en la UCR. Boletín electrónico Enlaces, 38. Recuperado el 27 de mayo del 2016,
de http://boletin.cu.ucr.ac.cr/notas/38-2010/plen06-3810.html
Benjamín,
W. (1989).La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica.
Taurus: Buenos Aires.
Eco, U.
(1992). Límites de la interpretación. Lumen: México.
Soto, A (2012).El plagio y su impacto académico
y profesional. Recuperada el 26 de mayo del 2016, de http://ebci.ucr.ac.cr
N O T A S
[1]
Es una era donde Tántalo ha
sido liberado y dispone en abundancia de todos los bienes simbólicos, privados
durante un suplicio en que, cada vez que padecía sed no podía saciarla, por el
retiro inmediato del río al que estaba encadenado, ni comer las jugosas uvas
por encima de su cabeza, cada vez que deseaba morderlas, porque se le rehusaban.
Es un cuerno de la abundancia que en su tumultuosidad e ímpetu puede que esté
creando, si decidimos otorgarle el beneficio de la duda, al copiar, amalgamar y
destruir.
[2]
Quizás el verdadero despegue de esta discusión sea preguntarse si las ideas
pueden tener propietarios o no. Y si el APA no es más que un régimen de
propietarios simbólicos, como los que se declararon dueños de una tierra que ya estaba antes de
nosotros, anunciando la aparición de la propiedad privada como un robo, según
las lecturas de Proudhon y Marx.
[3]
La Vorstellung nos (re) presenta las
cosas dos veces: en su ausencia y como categoría mental; hacia dentro. La Darstellung, dos veces también, al original
ausente y a un actor que lo recrea; hacia fuera. Aquél en la razón pura; éste
en la estética. Ambas, hoy, objetos del “regreso
de lo reprimido” que hizo abandonar su viejo fundamento de “olvidar
diferencias”, por el “otro”, actual, de recordarlas.
[4]
Umberto Eco, como seguidor de Aristóteles, es el profesional de nuestra era
para subdividir una categoría, y definirlas, hasta el paroxismo. Si fuera
consecuente hasta el final, Eco tendría que incluir, dentro de las variedades,
al opuesto, al original, redondear todo y, al dejarse arrastrar por lo creado,
donde el observador también sería cubierto por el espectro, desaparecer detrás
de una nubecilla de humo como la que emplean los magos para impresionar a los
niños. No se puede subdividir una categoría hasta el infinito porque, como Funes el memorioso, no nos alcanzaría
tiempo para pensar. Un cardumen de diferencias sólo puede hacernos correr el
riesgo de paralizarnos por medio de la anulación de unas por otras. No dejaba
de asistirle razón al Borges del Funes el
memorioso, cuando decía que “pensar es olvidar diferencias”.
[5]
Ver trabajo de Alemán y Quezada (2014)
Consideraciones críticas sobre el sistema de referencias bibliográficas
conocido por sus siglas en inglés como APA.
[6]
Donde Hegel, Husserl y Heidegger creyeron ver en la tecnología, escisión,
sentido y cálculo, lo que se mira es una búsqueda de pereza, al parecer a la
velocidad de la luz por techo, hasta coronarse, para hacer efectiva cualquier
orden, como una nueva utopía, con un control remoto universal, en vez del cetro
imperial, en las manos de cada uno.
[7]
Los originales, como objetos, pasarán a ser resguardados y custodiados en los
museos y colecciones públicas o privadas para establecer diferencias que
jerarquicen las series a favor del teniente o de los emisores. Así, el metro
original en un museo de París, las pinturas y manuscritos originales en bóvedas
de bancos, en manos de coleccionistas privados y en bibliotecas públicas, no
tendrán más valor, como demostrarán después los pragmáticos, que el de haber
sido el primero o el más exacto. A partir del segundo, no habrán diferencias
entre unos y otros, como las copias de ejemplares en los tirajes de los libros.
Derrida le llamará a eso la huella originaria, la Ousía para Platón, que nos empeñamos en buscar y que en realidad no
existe.
[8]
Es célebre la expresión de Newton cuando dijo que reducía sus méritos a
definirse como un “enano a hombros de gigantes”. La expresión, en la realidad,
nos tienta creer que más bien pareciera conducirse al revés, como nos recuerda
ese episodio de Mad Max donde el
héroe descubre, al retirarle la máscara a su
derrotado e imponente rival Master-
Blaster, que no es más que un gigante con síndrome Downs, dirigido por un enano calculador.
[9]
Esta perspectiva de los archivos es diferente a la de Boris Groys, quien al
situarse del lado del emisor, cree que son los museos de obras de arte los que
deciden qué es lo nuevo, lo que no debe repetirse, algo que se puede decir hoy,
también, de Google. Pero del lado de
los receptores, el poder con el que hoy cuentan de participar directamente en
la composición de los mensajes, hace que sea la combinación, y no la novedad,
el “nuevo” principio.
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