CUATRO COSAS DISTINTAS QUE SON LAS MISMAS Y UN PUNTO DE FUGA QUE LAS CIRCULA
Por Freddy Quezada
Me enferma hablar de Rubén Darío. Han hablado tanto de él que me pregunto si vale la pena mencionarlo. Odio ver estudios sobre Rubén. No los soporto, por muy eruditos que sean los autores. Me recuerdan aquella mano suave que descansa sobre su mejilla rubicunda, como Marlon Brando en El Padrino, y que siempre la creí reservada para descargar sobre mí, durante mis primeras clases escolares y desde el retrato que las presidían, una bofetada correctiva, vigilando siempre severo y en silencio mis indisciplinas y recreos.
Creo que hay que dejarlo descansar, como aquellos suelos que se dejan en barbecho para aprovecharlos de nuevo. Restaurarle el silencio que le han robado. Apartarse por un instante de la violencia eterna de su luz y abandonarlo a las servidumbres de otros ministerios lejos de la dictadura de su propia grandeza.
Me obligaron a recitarlo tanto cuando era estudiante de primaria, que llegué hasta olvidar muchos de sus poemas; me amenazaron con desconocer mi prestigio de buen alumno en secundaria si no conocía la historia de sus libros, que logré hasta confundirlos unos con otros; me abrumaron con su ejemplo cuando quise ser poeta en la Universidad, que terminé por anularme como promesa para responder con justicia ante mis faltas estéticas.
Hoy ha llegado el momento de vengarme, despedazando literalmente uno de sus poemas, "Lo Fatal", y ponerlo al servicio de lo que quiero decir en este ensayo tan extraño.
ataré todo el cuerpo de su poema a cuatro caballos cardinales, uno por cada miembro, para observar sus jirones, después de la estampida, arrastrarse sangrientamente por todo mi texto, mientras reflexiono, desde mi insignificancia, sobre la muerte, el vacío, la nada, el silencio y la conciencia dolorosa que nos recorre frente a ellos.
Haré empezar el poema por donde realmente termina; emparentaré sus versos con conceptos paradójicos para que se disuelvan y sólo celebraré uno de ellos para encerrarlo en el paréntesis de un amigo; respetaré cada una de sus comas y puntos suspensivos para verlos en otro lado con la deliciosa certeza de tenerlo por muerto; lo privaré del placer de verme llorar mientras destruyo sus bustos en las escuelas para dejarse ver; callaré mi admiración por la música que anida aún en sus añicos hasta devolvérsela con majestad cuando muera; me prohibiré nombrarlo a largo de lo que queda de este texto, para triunfar sobre su ausencia. Le haré decir lo que yo quiera.
Imagino que hay algunos cubanos en el mundo que sienten lo mismo por Martí, chilenos por Neruda, peruanos por Vallejos, argentinos por Borges y, de seguro, no faltarán mexicanos que corran a hacerse perdonar sus críticas cuando sus autoridades de Educación consagren y celebren la muerte de Octavio Paz para repetirlo en millones de estudiantes.
ni de dónde venimos!...
Al principio fue la nada...
Es curioso que la mayor parte de las narraciones de casi todas las culturas humanas, incluyendo la científica actual como una más, sujeta a las reglas narratológicas, comiencen el relato de su origen con la nada, el caos, el big-ban, la noche, el desorden, el silencio, etc. El más "salvaje" de los "primitivos", por una ironía de la historia, coincidiría con el más postmoderno de los teóricos del caos sobre nuestros orígenes. )No es gracioso?
Según algunos antropólogos, al menos para la cultura occidental, después de ese momento caótico han surgido los verdaderos principios que han gobernado el orden sobre el cosmos. Las narraciones se construyeron sobre especie de mandatos fundantes como "al principio fue el verbo" de la Biblia o al principio fue "el deseo de saber" de Aristóteles o "al principio fue la acción" de Fausto. Es la necesidad apodíctica de un fundamento que sirva para la construcción de los relatos con sus orígenes, desarrollos, bifurcaciones, astucias, y reconciliación y asignar sentido a la vida que no puede y no debe ser gratuita ni accidental. Esta es la maldita idea que nos hace creer que hay una sola historia.
Al Este: (Muerte!
y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
La actitud ante la muerte es una de las cosas que más diferencia una cultura de otra. Hay sociedades que no la temen y otras que la celebran con alegría; hay algunas que la buscan y otras que la invitan a cohabitar entre nosotros. La tradición judeo-cristiana impuso en nuestra cultura la idea que después de la muerte hay otra vida, la verdadera. El racionalismo sólo trasladó la "otra vida", la mejor, al futuro y sacralizó sus designios. Sin embargo, el enigma se mantuvo: si olvidamos matamos el pasado, si recordamos matamos el presente, si desesperamos matamos el futuro. Siempre estamos matando algo que, acaso, no exista pero está en todos lados. El tiempo sólo sirve para definir pero no para ser definido; es como el presente. )Cuál es la partícula más pequeña de tiempo: la micra, el nanosegundo? y la de materia: la partícula débil, la anti-materia? ¿Ambas no son aproximaciones a la nada? ¿Es tan difícil admitir que la muerte es la nada?
La caída del Muro de Berlín, parte las aguas de nuestra época y acelera la crisis occidental que ya venía colapsando por sus propias razones. Al marxismo "real", ya en crisis desde mucho antes incluso por algunos de sus defensores (Lafargue, La Salle, Bernstein, Gramsci, etc), siempre se le tuvo por el techo de la cultura occidental, al menos entre la mayoría de los intelectuales. Su muerte, de algún modo, es también la de la cultura que le dio origen. El socialismo es el hijo más noble e ilustrado de Europa.
El marxismo estuvo conformado, como alguna vez lo dijo Lenin, por tres corrientes fundamentales: la economía liberal inglesa, el socialismo utópico francés y la filosofía clásica alemana. Shanin, un sociólogo rural, le agregaría más tarde el populismo agrario ruso. Cuando el Muro de Berlín cae, arrastra también a los valores últimos más sagrados que cada una de esas corrientes encerró: la igualdad y la libertad. De aquí, lo incomprensible que una de sus ramas --y enemiga a la vez-- se proclame como su vencedor: el liberalismo.
Al Oeste: (Vacío!
y sufrir por la vida y por la sombra y por
lo que no conocemos y apenas sospechamos,
Antes las personas de acción se interrogaban sólo sobre los medios y no sobre los fines, porque los juzgaban infalibles, pero ahora que estos no existen, o pocos creen en ellos, las personas de acción se han dedicado a divertirse tomando cada medio como fines en sí mismos, discontinuos, fragmentados e incoherentes. Giran alrededor del vacío dejado por los fines ilusos de nuestra cultura; vacío nunca admitido que le vino precisamente de su lógica de movimiento constante ("en el principio fue la acción"), buscando tal fin último, siempre negándose a sí misma, sin reposo, hasta llegar a negar "negándose a sí misma" y negar "negar, negándose a sí misma"... Si tan sólo entendieran, como dicen los taoístas, que el vacío en el centro es lo que permite el uso de la rueda.
Cuando los neoliberales se felicitan de haber derrotado al marxismo, ignoran que levantan el brindis sobre la mitad muerta de su propio cuerpo. Es el sonido del aplauso con una sola mano, como se preguntó una vez el Zen, en una de sus paradojas. Es el canto del cisne. Los neoliberales, tanto como los marxistas, son parte de la crisis de su cultura, creyendo ser la solución.
Al Norte: (Nada!
Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
La nada es contemplar el dolor de la vida cuando uno se encuentra con la risa repetida y un gesto detenido para siempre en el presente. (Es tan frágil la vida! Una pequeña y delgada capa, como la felicidad y el amor, sobre una turbulencia subcutánea. La nada es el único concepto que se puede definir por ambos lados, sin perder su coherencia, como ser y no ser. La nada es nada; la nada no es nada. Por eso no saber nada es ya saber algo. Pero ser nada (o no ser nada) no es ser algo, es ser todo. Es lo que los occidentales llaman tener "conciencia". Es el todo como nada.
El pragmatismo norteamericano (de los James y Dewey) es el último heredero del racionalismo europeo. Sus simplicidades han sido sus virtudes. Es el principal responsable de haber "adelgazado" el racionalismo especulativo franco-alemán. Su reino es el que anuncia el arribo del gozo de los sentidos y las verdades prácticas e inmediatas. Es la filosofía que se encuentra en el mismo territorio de la imagen: EEUU.
Pero ha trivializado todo. Ha hecho espectáculo de todo. En sus supermercados, los libros más profundos están a la par de los más frívolos, como "Siddharta" junto a "También las mujeres pueden tener éxito", o los más clarividentes al lado de los más sórdidos, como "El mundo feliz" en compañía de "Cómo hacerse rico sin trabajar mucho" (cielos!: ¿no será "robando" la respuesta?).
No hay gravedades, no hay asuntos sacros, no hay narraciones serias, no hay discursos científicos, no hay competencias apasionantes, no hay dramas humanos, no hay tragedias reales que no estén cortadas por un anuncio de autos, refrescos, micros, pollos, sopas o la presencia de enormes y sensacionales culos. Es la nada como todo.
Al Sur: !Silencio!
y el temor de haber sido y un futuro terror...
Para callar a una orden religiosa, por uno de sus propios miembros, que ha hecho votos de silencio, se necesita decirles que lo respeten. Para obedecer una norma, muchas veces hay que quebrantarla. Pero ya restablecido el silencio, no podemos saber quién es el sabio y quién el ignorante. Necesitan hablar, o hacerlos hablar, para que lo sepamos. Nuestra cultura no cree que haya sabiduría en el silencio. Somos una cultura charlatana que no sabe callar.
El llamado "Sur", una versión debilitada del viejo "Este", aún no sabe situar bien sus coordenadas porque son muchas. Calla mientras carbura el "enganchamiento de fases" de todas sus variedades (desde las africanas hasta las latinoamericanas) y pueda levantarse como una gigantesca ola para estrellarse de nuevo, a lo mejor tanto contra quienes la temen como contra quienes le preparan su futuro. Su única promesa, por el momento, es el silencio en su exceso de identidad, pero también su única defensa. Todos, de nuevo, hablamos por él como si fuera una bandera llena de raíces fáciles. !Cómo debe estar riéndose de nuestras miserias más grandes que las suyas!
La muerte, el vacío, la nada y el silencio son, en puridad, principios aporéticos que se les traiciona por el simple hecho de nombrarlos, ahí donde uno los lee. Necesitan diferenciarse para decir lo mismo y dejarse engañar por ellos. Sin duda, el mayor tributo que les terminaré debiendo a estos conceptos es no haber escrito nada. Callarme frente a mi café, respetar el vacío de la página en blanco y retirarme a morir para cerrar el paréntesis que seremos en nuestras tumbas, como dice meridianamente el poeta Erick Aguirre, entre nuestra fecha de nacimiento y la de nuestra muerte. La vida que se encuentra dentro de cada paréntesis sólo puede recordarnos el instante de un gozo
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
entre un número y otro.
Círculo: !Dolor!
El dolor ennoblece las pequeñas cosas. Las hace vivir una y otra vez de modos distintos. Y, sobre todo, a las innombrables, las cuatro que aquí decidimos traicionar y que haremos girar uniendo todos los puntos cardinales en los misterios de su circunferencia. Sin duda, es el dolor de estar vivos. La conciencia, tal como la conocemos, supone que perdemos la inocencia que se ignora a sí misma. Es decir, perdemos algo a lo que no podemos regresar a menos que renunciemos a estar consciente de ello. Regresamos siempre, pero nunca lo sabemos. Necesitamos ignorarlo para recorrer el círculo eternamente, asistidos durante la marcha por el dolor de reconocerlo. ¿Cómo lo sé? No lo sé. !Lo siento!
Dichoso el árbol que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura porque esa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.
! y no saber adónde vamos,
Managua, 6 de Agosto de 1996.
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