martes, 17 de noviembre de 2009

Jorge Luis Borges: la bisagra entre ciencias y culturas

Jorge Luis Borges: la bisagra artística de las ciencias contemporáneas

Por Freddy Quezada

Mis padres, un herrero y una sirvienta, no me heredaron una hermosa y surtida biblioteca, como Octavio Paz cuenta que fue la suya, donde se recreaba con los clásicos europeos en sus lenguas natales; ni me eduqué en bibliotecas empastadas y amplias donde solía esconderme de mis hermanos, como narran con delicia García Márquez y Vargas Llosa; ni fui objeto de la ira de mis mayores por haber descuadernado algún texto que no fueran los exigidos en mis cursos escolares; nunca he visto tantos libros juntos como de los que habla Jorge Luis Borges en sus cuentos y no creo que leer mucho sirva de algo. Europa, el continente más ilustrado, aún se hace la guerra y la patria de los filósofos, un día, quiso exterminarnos a todos. Un par de fracasos amorosos terminó de hundirme en la lectura que, de pasión, se me convirtió, con el tiempo, en crueldad. ¿Cioran era el que odiaba a Kant porque jamás notó un acento de tristeza en sus obras?

Mis primeras lecturas fueron novelitas de vaqueros, algunos de cuyos autores no olvido. Keith Luger, Silver Kane, M.L Estefania y Clark Carrados fueron mis primeras lecturas serias. Después vendría toda la vulgata marxista, para impresionar a las chicas, salpicadas de una u otra novela del "boom" latinoamericano para pasar por culto y antimperialista en los salones universitarios.

Jorge Luis Borges, me llegó fragmentado y soltero en unos insoportables días azules de esos que asfixian a fuerza de su violencia. Ficciones, El Libro de Arena, El Aleph me llegaron tarde, cuando Borges era Borges y yo un borrachito feliz, blando y saciado. Sólo más tarde, sus obras completas llegarían por la bondad de una pareja de ancianos que me las obsequiaron en un día gris y dichoso. Las obras, en verdad, eran incompletas porque fueron publicadas en vida del autor y, entre otros trabajos, faltaba "El Otro", que se lo agregué fotocopiado y el poema "Nostalgia del Presente".

Debe decirse de Jorge Luis Borges, lo que se ha dicho de Darío, si este trajo la música del francés al español, aquel llevó la brevedad del inglés y la profundidad del alemán, al castellano.

Pero este alambicamiento, a ratos, en su conjugación con nuestro idioma, le brinda un misterio que más bien lo emparenta con las sabidurías orientales hindú, árabe y chinas (de donde desprende sus relatos más célebres "Las ruinas Circulares", "El Zahir", "El otro", "Borges y yo", "El Jardín de los Senderos que se bifurcan", "El Mapa del Imperio", "Acercamiento a Almotásim") la misma que le ha proporcionado a los filósofos de moda, ese encanto que hoy se nos presenta como hechicero y extraño. Sobre la búsqueda de la verdad y la amistad, Borges dijo una vez: "Los taoístas de la antigua China lo explicaban en forma bellísima: decían que alguien que buscara desesperadamente a un amigo, estaba predestinado a no encontrarle jamás. Que uno no debía buscar nada, hacerse como un espacio vacío, sin deseo alguno, y todo deseará llegar a ocupar ese espacio vacío; que comparaban con una jarra de agua sucia: si uno pretende limpiar el agua, agitándola, moviéndola nunca lo conseguirá, pero si la deja reposar, quieta, poco a poco el agua se aclarará por sí misma. Después del taoísmo, no busqué nada en mi vida".

La filosofía ha pasado de la conciencia al lenguaje; del sujeto a la comunicación y este terreno, como se sabe, lo comparten tanto científicos como artistas. Tal semblanza me ha parecido que hace de Borges un precursor de la nueva filosofía de la ciencia y bien podríamos decir que es su poeta o, al menos, su bisagra.

Por razones de brevedad, y aunque ya no se usa, dividiremos a las ciencias en sus ramas tradicionales: ciencias sociales y naturales. Y presentaremos la pertinencia del universo borgiano en ambos reinos.

Una parte de las ciencias sociales no se saben lo flexible que han sido (motivo de vergüenza incluso) desde su origen y que hoy recuperan las ciencias duras sin reconocérselo. Sería la primera vez que podría decirse que las ciencias sociales, por fin, le han exportado a las ciencias duras su paradigma. Y lo han hecho con la ayuda del imaginario artístico que también espera su respectiva gratitud. Lo irónico es que ahora las ciencias sociales quieren imitar de nuevo a las teorías del caos, como antes imitaron a la física mecánica y la relativa/cuántica, ignorando su propia contribución. Se imitan a sí mismas, ante el espejo, sin reconocerse.

Los cuatro paradigmas que hoy dominan a las ciencias sociales son:

a) la microfísica del poder de Michel Foucault (que generó los postmodernismos de Jean Francois Lyotard, la desconstrucción de Jacques Derrida y el neobarroquismo de Paul Virilio que empieza a ponerse de moda);

b) el ironismo liberal de Richard Rorty (que popularizó el pragmatismo de los hermanos James y anunció la polémica entre individualistas y comunitaristas en el seno de su doctrina);

c) la teoría de la acción comunicativa de Jürgen Habermas (que está tratando de reconciliar el "lebenswelt" con lo mejor de la Ilustración y ha desembocado sin desearlo en el neorenacentismo) y

d) la teoría de sistemas de Niklas Luhmann (que ha resucitado sin querer al neopositivismo sobre la base de las teorías de la biología y la información).

Michel Foucault le debe la fama de sus propuestas en "Las palabras y las cosas" al maravilloso cuento de Borges ("El idioma analítico de John Wilkins") sobre cómo dividen los chinos a los seres. Mientras Occidente los dividía en clases sociales, los chinos llegaban a darle importancia a "los que acaban de romper el jarrón" y "los que de lejos parecen moscas". Del mismo modo, el "Mapa del Imperio" (En Historia Universal de la Infamia) será suficiente e imposible para demostrar la igualdad del signo con el referente, que Umberto Eco emplea para gratificarse con unas reglas que pasan a ser la excepción misma.

El sentido (tradición que en Occidente pasó de Aristóteles a San Agustín, Brentano, Kierkegaard, Jaspers, Husserl, Heidegger, Hegel, Bloch, Ricoeur y otros) en las narraciones unirá a todas las disciplinas y Foucault llegará a sugerir que nadie puede superar a las artes en ello. Quizás tengamos que decir, con Genette, que todo el problema de la verdad no serán más que estrategias narrativas subdivisibles de mayor a menor en artísticas, científicas (sociales o naturales) y cotidianas. El lenguaje es una fuente de narraciones de varios tipos que responden a las reglas de la composición (génesis, tramas y desenlaces). No hay sentido sin una aventura que esperar o perseguir.

Borges habrá sido el precursor de centrar todo en las narraciones sin importar si son falsas o verdaderas (los apócrifos borgianos sospecho que inspiraron a Foucault en sus teorías de la verdad, como voluntad de poder, más que las venidas del propio Nietzsche).

A partir de entonces, la comunicación será la preocupación principal y la verdad no será más que un componente de ingeniería discursiva. Por ello es que todas las ciencias sociales orbitan alrededor de paradigmas de la comunicación. Y no es extraño que se estén descubriendo en los escritores artísticos las claves (como el principio adánico en Alejo Carpentier, que ignora Paul Virilio para bautizar un movimiento ya conocido en América Latina, y reconoce Arturo Andrés Roig) que ayuden a comprendernos.

En cuanto a las ciencias duras, las teorías del caos giran alrededor de cuatro aspectos: La autorganización (Maturana y Varela); la coevolución (Margulis); la fuerza de las pequeñas cosas (Lorentz) y la sensibilidad ante las condiciones iniciales (Prigogine). Pero es, en especial, sobre tres aspectos, que también abordó el imaginario borgiano, que deseamos hacer una analogía.

a) El tiempo- bifurcado

John Briggs y David Peat, un científico y un esteta, que popularizaron las teorías del caos, en un punto de su vulgata (Espejo y Reflejo) hablan de la bifurcación del tiempo, sin hacerle justicia para nada a Jorge Luis Borges, a pesar que usan un nombre, en su obra, casi igual en la página 143: "la ventana de los senderos que se bifurcan". La polémica entre los científicos sobre la reversibilidad del tiempo (tradición que viene de Laplace y llega hasta Einstein) y la no reversibilidad de Ilya Prigogine y René Thom, no puede ignorar las pistas que Borges brinda en el "Jardín de los senderos que se bifurcan". La expresión científica "La luz para ir de A a B, como partícula, recorre el camino más corto porque antes ha recorrido todas las posibilidades como onda" puede ser manifestada también con una cita del Jardín…: "En todas las ficciones, cada vez que un hombre se enfrenta con diversas alternativas, opta por una y elimina las otras; en la del caso inextricable de Ts'ui Pen, opta --simultáneamente-- por todas. Crea, así, diversos porvenires, diversos tiempos, que también proliferan y se bifurcan". En una elección están todas las demás, porque han sido recorridas, sin saberlo. La conciencia de elegir (el error del existencialismo), nos hace caer en el dolor de una pérdida que es la ilusión de la permanencia del yo que se apega a un pasado que no existe.

b) la memoria

"Funes el memorioso", el primer cuento de Ficciones nos recuerda a los fractales de Mandelbroot que nos remite a un presente insoportable y a la repetición de una geometría a base de iteraciones simples: "Nosotros de un vistazo, percibimos tres copas en una mesa. Funes, todos los vástagos y racimos y frutos que comprende una parra (…)las aborrascadas crines de un potro, con una punta de ganado en una cuchilla, con el fuego cambiante y con la innumerable ceniza, con las muchas caras de un muerto en un largo velorio(…) Sospecho, sin embargo, que no era muy capaz de pensar. Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer. En el abarrotado mundo de Funes no había sino detalles, casi inmediatos". Funes miraba en el tiempo lo que Mandelbroot mira en el espacio. Krishnamurti, por su parte, presentará todo esto como virtud y los enlazará directamente con los problemas de cultura -- que es memoria (Ireneo Funes)-- ante los fenómenos de globalización que es instantaneidad (El Aleph).

c) el papel del observador

Jorge Luis Borges siempre estuvo obsesionado con la identidad, el yo y la memoria. En buena parte de sus cuentos, hay una preocupación irónica por el observador que dentro de su imaginación jamás es único ni integral pero que también lo es. El propio Borges se subdivide una vez en el tiempo ("El Otro") y otra vez en el espacio ("Borges y yo") pero de igual modo siguió creyendo hasta el fin de sus días que todos somos una sola persona o, al menos, alguien que nos sueña, tributando así un homenaje tanto a Berkeley como a Brahman. Al igual que Spencer-Brown, uno de los teóricos del caos, como los budistas en general, todos somos uno. "…el mundo es indudablemente sí mismo (esto es, indistinto de sí mismo) pero, en cualquier intento de verse a sí mismo como objeto, debe, igual de indudablemente, actuar de modo que se haga a sí mismo distinto de, y por lo tanto falso a, sí mismo. En esta condición siempre se eludirá parcialmente a sí mismo (…) Esto es llamado a veces el misterio original. Quizás, en vista de la forma en que nosotros nos apegamos brevemente a la existencia, el misterio surge de nuestra insistencia en formular una pregunta donde no hay, en realidad, nada que cuestionar". Y esta es la relación del ser frente al presente. ¿Cómo ser sin pasado, sin memoria, sin cultura, sin futuro? ¿Será posible que, a través del desmenuzamiento fascinante de uno en el vacío, podamos ser, todos, una sola persona?

Si tan sólo pudiéramos responder afirmativamente a estas preguntas, tendríamos que concluir que, para "disolver el yo", la gran preocupación oriental, hay que aplicar la fórmula occidental de "llegar a ser lo que se es". La bisagra entre las ciencias también puede ser considerada la bisagra entre las culturas. Píndaro y Buda no se conocieron. Pero Jorge Luis Borges los ha presentado entre sí y a nosotros. La ciencia sólo les ha tomado la fotografía para una posteridad en la que ya estamos.

P.D Ahora, no dejo de recordar aquel último acto de solidaridad entre dos amigos, antes de ser traicionado uno por el otro, cuando, buscando dónde colocar una contribución modesta para los gastos, uno de ellos decidió hacerlo dentro de un libro del centro de documentación en el que ambos trabajaban. El libro: La Cifra; el poema: "Nostalgia del presente". Entonces, ninguno sabía que estaba siendo escrita la venganza de La Intrusa.

Managua, Octubre de 1999

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