domingo, 15 de noviembre de 2009

Nuestra Era: montoncito miserable de paradojas

NUESTRA ERA: MONTONCITO MISERABLE DE PARADOJAS

Por Freddy Quezada

Ahora resulta que el México post-Chiapas es el espejo de los dragones y tigres asiáticos en crisis, en el momento justo que no terminan de ser paradigmas de países como el propio que desean imitar; el “big ban”, en medio de su recorrido triunfante, ya empieza a ser cuestionado por los que descubren, otra vez, que el universo es infinito; Prigogyne, científico célebre del Caos, declara la irreversibilidad del tiempo contra la moda cuántica de considerarlo simétrico y reversible; los defensores simultáneos de la globalización (integración) y la fragmentación (localización) se pelean por juntar términos opuestos y bautizar los nuevos fenómenos como “glocalización” y “fragmegración”; la mayor parte de la gente se asusta del dominio del idioma inglés en el planeta, mientras otros se asombran que las lenguas dominadas lo empiecen a descomponer, como alguna vez le sucedió al latín en tierras conquistadas; l@s chic@s de hoy, amantes de la diferencia, no advierten cómo se les reaparece el deber, en el que ya no creen, exigiendo a todos lo “políticamente correcto” para respetar a los demás; abundan los malentendidos y confusiones que generan las “actitudes” postmodernas de la gente con los que hacen las “reflexiones” de las mismas; las ciencias sociales no admiten su propia contribución en unas teorías del caos que le han devuelto un favor, sin que les sea reconocido todavía, por unas ciencias humanas atrapadas en la búsqueda de paradigmas newtonianos, tal y como la realidad, hoy, busca parecerse a las películas;

la sensación reembobinante de unos films y músicas de hoy como sonrisas de la carne que nos devuelve de donde hemos partido para perdernos en las tiranías de la virtud; la locura de descubrir que toda la historia occidental se puede resumir como una gran marcha hacia adelante buscando al final el principio: el paraíso; por último, el descentramiento y vacío de nuestra época lo ocasiona la paradoja de que lo que hoy está fracasando en el capitalismo, como dijo Wallerstein, es precisamente su éxito.

Después de todo este recorrido hay derecho de preguntarse: ¿por qué abundan tanto las posiciones más novedosas junto a las más contrarias? Y coexisten sin mayores pasiones y en total indiferencia frente al común de las gentes. Nadie se mata o muere por ninguna de ellas. Son teorías cruzadas que se enfrentan, aunque pocas veces, se anulan, se intersectan, se cortan, corren paralelas o en carriles contrarios y casi siempre se ignoran entre sí. Es fascinante, como diría el Sr Spock.

Edgard Morin, un epistemólogo notable, define al asunto como sistemas complejos concurrentes, opuestos y complementarios. Los teóricos del caos le han sumado al tejido sus propios hallazgos como la autoorganización (autopoiesis), coevolución (bifurcación), la fuerza de las pequeñas cosas (efecto mariposa) y la sensibilidad a las condiciones iniciales (turbulencia).

Nuestra época puede juzgarse como un montoncito curioso de paradojas, como chatarra retorcida de auto después de una gigantesca colisión, donde gobierna el principio de que lo uno es lo otro y que todo es lo mismo visto desde un presente perpetuo.

Y todo el muladar en medio del reino de la diferencia. Una bandera que está sirviendo, como suele suceder, para eliminar lo que empezó defendiendo.

¿Qué queremos decir en medio del hierro retorcido sobre el cual se levanta este montoncito de estiércol, como el que empujan los escarabajos con alegría de Sísifo?

1. Que no hay fundamentos. Tal carencia permite miríadas de ideas que, como un cardumen de peces, se mueven en bancos de todo tipo y en todas las direcciones imaginables.

2. Que nadie sabe cuál idea se impondrá y nadie sabe si es aconsejable que se imponga alguna.

3. Que todas las ideas tienen el mismo valor. Es la indiferencia de la diferencia. Todas tienen una coherencia interna que las hace ver como lo que son: narraciones con un principio (fundamento) y una finalidad (sentido).

4. Que la ciencia ya no es solamente un conjunto de alternativas rivales sino que ni una sola de sus corrientes tiene ya la fuerza ni la velocidad para imponerse.

5. Que las ideas deben verse como menús y figurines que cualquiera puede escoger. Los científicos, teóricos y filósofos no somos más que meseros o sastres que debemos señalar las bondades del plato del día y las líneas de la moda.

6. Que la ciencia se destruyó a sí misma dando paso de nuevo a la religión que ha regresado para vengarse.

Todo nos recuerda aquel cuento de Jorge Luis Borges en el que dos teólogos luchan entre sí hasta que uno envía al otro a la hoguera y, puestos en el cielo, ambos interrogan a Dios sobre quién tenía la razón. Dios, en la eternidad, ya no logra recordar, porque no tiene importancia, quién fue la víctima y quién el verdugo. Confunde, de este modo, a Aureliano con Juan de Panonia, así llamados los desdichados, que jamás comprendieron lo que descubrió una vez Antonio Machado y que nos está permitiendo reconocer que uno es el mundo entero:

“Busca tu complementario

que marcha siempre contigo

y suele ser tu contrario”

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