martes, 17 de noviembre de 2009

Max Weber y Carlos Marx

MAX WEBER Y CARLOS MARX

I. INTRODUCCIÓN

Hablar de Max Weber y de Carlos Marx es hablar probablemente de los dos más grandes titanes del pensamiento del siglo XX. Al mismo tiempo es hablar de dos tipos de metodología en el enfoque de los fenómenos sociales. Ambos merecen ser llamados con propiedad los padres de la sociología moderna. En ambos tipos de enfoques ha cabalgado la sociología desde finales del siglo pasado y podemos decir con seguridad que ya en las vísperas del siglo XXI lo común es verlos conjugados. Es más, podríamos hasta decir que con dominancia del weberismo equivalente más o menos a la hegemonía que disfrutó el marxismo hasta los años setenta. Sin duda, hemos entrado al reino de la fragmentación, las relatividades y las racionalidades desde el punto de vista de los sujetos, terrenos todos en que la epistemología weberiana es la única que puede dar cuenta de tales fenómenos.

Sin duda, son muchas las afinidades del marxismo con la teoría de Max Weber pero creemos que son aún más las diferencias. Si bien es cierto en las páginas que siguen hablaremos básicamente de la sociología de la religión, hay que saber que las diferencias entre estos dos genios van más allá de determinar si las religiones inciden o no en el desarrollo socioeconómico de un modo de producción cualquiera. Son más profundas que lo que cuatro humildes cuartillas pueden permitir.

II. COMPARAR LA TEORÍA DE WEBER Y MARX

En esencia Weber dice tres cosas en contra del marxismo:

a) La historia y los esquemas de desarrollo de cualquier país nunca son monocausales. Es decir, no son determinados ni en primera ni en última instancia por un solo factor, sea cual sea.

b) La historia no tiene un sentido predeterminado, es decir, nadie puede decir hacia dónde va una sociedad. Los conflictos sociales obedecen a choques de racionalidades de los actores que muchas veces no desean y casi siempre los sorprende.

c) En cuanto al protestantismo, a pesar que el ensayista Jozyr Kowalski crea que Weber ignoró lo mejor del marxismo, dando casi a entender que sólo conoció manuales y vulgarizaciones socialdemócratas, la contradicción es irreconciliable. Weber demuestra en su célebre "Etica protestante y capitalismo" que la religión no es ninguna superestructura pasiva destinada a traducir los cambios económicos de la estructura. Al contrario, Weber relanza los supuestos que animan a los actores sociales y cómo según ciertas condiciones pueden cambiar una realidad y dar paso a una situación nueva.

III. CRITICAS

Por su lado, el marxismo o, mejor dicho cierta corriente marxista, ha acusado a Weber de idealista y falto de rigor en el análisis del fenómeno capitalista e histórico en general. Además, alega esta corriente, no puede ser crítico de un sistema que defiende por intereses de clase. Esta corriente marxista, muy desacreditada por cierto en estos tiempos postmodernos, es muy simple cuando juzga a Weber y, lo peor de todo, es que no reconoce que Weber, de un modo u otro, reaparece en autores marxistas superiores a su corriente positivista como lo son Lukacs, discípulo directo del mismo Weber y Simmel, y Gramsci cuyo gran aporte al marxismo está en haber enfatizado el carácter subjetivo de los fenómenos sociales y políticos, algo, por lo demás, ya estudiado y profundizado por Weber quizás hasta de mejor manera.

Con todo, no significa que la teoría o, mejor, las ideas de Weber sean perfectas ni mucho menos. Weber solía decir que los fenómenos sociales eran únicos e irrepetibles y que si él se atrevía a ofrecer ideal-tipos siempre aclaraba que tales tipos no existían y no podían existir sino que eran como una especie de referencias para comparar en algo la realidad. Por eso siempre se burlaba del concepto "proletariado", preguntándose que dónde se podían encontrar a esos señores. Su modo de ver las cosas y su propio sistema nos lleva a concluir que Weber fue un pensador abierto, inconcluso, contrario a Marx, cerrado y definitivo.

IV. CONCLUSIÓN

En verdad, la mejor conclusión o, por decir mejor, el mayor tributo que las corrientes sociológicas han brindado a estos dos genios y a sus respectivas enseñanzas, es el haberlas conjugado con lo mejor de cada una. Prácticamente el universo de la sociología postmoderna está dominado por esta suerte de híbrido entre el rey de la crítica a los sistemas opresivos y el príncipe de las subjetividades de los actores sociales.

Nada mejor, en consecuencia, que estudiar a fondo los textos principales de estos dos alemanes para desprender también nuestras propias combinaciones y, a lo mejor, podemos proponer un nuevo modo de enfocar las cosas en Nicaragua.

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