LAS RECOMPENSAS DE UN HISTORIADOR
Por Freddy Quezada
Para los que conocemos personalmente a Karlos Navarro, un tipo refunfuñón e insistente con los amigos en recordarles a cada minuto acuerdos tomados con solemnidad generalmente en bares universitarios o en sitios muy visitados por intelectuales bohemios y nocturnos, aún no comprendemos cómo sucedió el milagro de publicar un viejo sueño suyo por el que se partió la vida.
Se trata de un texto plenamente ilustrado y a colores de Historia de Nicaragua para niños y niñas. Y cubre desde los pobladores de América hasta el gobierno liberal del Dr. Arnoldo Alemán. Tiene una conmovedora introducción del autor dedicada a todos los niños y niñas de Nicaragua, a su hija y a su hijo.
En estos últimos se sitúa, a mi parecer, Karlos Navarro, y el sentido de este texto de historia es darle a conocer a los niños y niñas que la historia en efecto tiene un sentido pero que no es ni necesario ni causal, sino construido y ético.
Como amigo de Karlos, supe de su proyecto que primero lo concibió para la televisión, luego para la radio y por último terminó haciendo un esfuerzo con el suplemento para niños de El Nuevo Diario “Planeta Caricatura”.
Karlos Navarro me contó con furia, indignación y tristeza cómo golpeó las puertas de empresas de todo tipo, dependencias del Ministerio de Educación, organismos no gubernamentales y gubernamentales que han hecho de la niñez su negocio, fundaciones, etc. Y nadie, pero absolutamente nadie, lo apoyó. Ni siquiera nosotros sus amigos que lo vimos como un sueño desplomado más de los que ya estamos acostumbrados a ver derrumbarse entre nosotros.
Un día me enseñó las primeras pruebas y en lo primero que pensé fue en obsequiarla a mis hijas. Miré la felicidad merecida de un historiador cuya recompensa es el deber cumplido con las nuevas generaciones a la que le debemos una nueva visión de nuestra historia y el cultivo de unos valores de paz, tolerancia y democracia.
Gracias, Karlos, por este trabajo que necesita mucho este país tan desértico en valores y tan necesitados de intelectuales con ese tesón y fibra de luchador como las tuyas.
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