domingo, 15 de noviembre de 2009

El Doble Rostro de la Postmodernidad (Comentario)

EL DOBLE ROSTRO DE LA POSTMODERNIDAD.

(Comentario a la obra del Dr. Alejandro Serrano Caldera)

Por Freddy Quezada

Creo no merecer el honor de comentar frente a Uds, una obra que anuncia con la fuerza, la limpieza y el estilo que es siempre característico en el Dr. Serrano Caldera, un tema que ha pasado grandemente oculto en nuestro país, pese a que en las grandes capitales del mundo, incluidas las más grandes de Latinoamérica, está despertando de nuevo las pasiones entre los intelectuales de todo tipo. Un poco como el nuevo juguete de los espíritus pensantes del planeta que en nuestra provincia aún no los logra arrancar de la modorra que supusieron la caída de los países socialistas realmente existentes y la devaluación del paradigma marxista.

Decía que creo no merecer el honor de comentador, porque me tengo por aficionado del tema y, como se sabe, estos por lo común juzgan más con la pasión y la curiosidad por conocer que con las reflexiones propias del espíritu y la serenidad de juicio de los verdaderos profesionales en el asunto.

Con todo, esos obstáculos no me impiden comentar con la humildad del discípulo, a la espera de ser reconocido como tal, los ejes principales de la obra del Dr. y maestro Alejandro Serrano Caldera.

La postmodernidad es aún muy poco conocida en Nicaragua. Recuerdo que hace poco en una rueda de amigos, uno de ellos la definió como una corriente que no le interesa a los intelectuales nicaragüenses, preocupados, más bien, en resolver su sobrevivencia material al amparo del mejor postor; otro, la imagina aún como una amalgama exótica de corrientes pastoreadas melifluamente por marxistas desencantados; uno más, me preguntó con cinismo si abrazarla excluía la posibilidad de brindar la vida por sus principios, no sin antes haber dudado socarronamente en recordar si se trataba de una nueva marca de brassiere o de unos jeans europeos con cremallera de botones; otro más, se retiró demasiado entusiasmado con la idea y la confundió con una doctrina para ser defendida a la vieja usanza, preparando sus aprestos de cruzado para relacionarse con los demás como un creyente en tierra de infieles; un último, confundió a Heidegger con una reconocida marca de cerveza holandesa y pronunció Schwartzzenegger, el paradigma que él cree de hombre postmoderno, como el del ex-Ministro de Relaciones Exteriores de la ex-URSS, desorientando a su auditorio y obligándolo a creer que Chevernadze ha pasado a vivir de la actuación y el físico-culturismo.

Los amigos de esta anécdota, con todo, sienten sin embargo los efectos de uno de los rostros de esa postmodernidad: el neoliberalismo globalizador y tiranizante. Es uno de los rostros, el más dominante hasta hoy, que explica con singular sencillez y profundidad, al mismo tiempo, el Dr. Serrano. Dice en uno de sus pasajes "La postmodernidad, no es solamente la deslegitimación y desconstrucción de los modelos, paradigmas y relatos ...sino que es la construcción de nuevos modelos a partir de una realidad globalizante" y más adelante " ...aunque no lo proponga explícitamente y aunque en algunos casos no lo mencionen sus teóricos, (es) la formación de un nuevo sistema de vida cultural y social; de una nueva forma de producción, la producción transnacional, de una nueva organización capitalista, el mercantilismo corporativo y de una nueva cocncepción del Estado-nación a través de la transnacionalización jurídico-institucional".

Toda la obra tiene una preocupación central: la ética en los nuevos tiempos. Aún cuando a primera vista la primera parte de la obra se lea como ejercicios, por demás excelentes, sobre la racionalidad de los más grandes filósofos de la modernidad desde las tres críticas de Kant a la Razón, en una de las cuales se apoya el Dr. para reconciliar la ética con la política, hasta los excesos dionisíacos pero también la sabiduría melancólica de Nietzsche, pasando por los riesgos autoritarios de sistemas encantadores como los de Hegel, las profundas críticas al sistema capitalista y el prometeísmo judeo-cristiano de Marx junto al contractualismo totalitario de Rousseau, en toda la obra asoma la precupación de estimular los nuevos valores a través de la cultura de la diferencia, de la unidad en la diversidad.

Una vez en privado el Dr. Serrano me explicaba que uno de los grandes olvidos de los críticos postmodernos es que no logran diferenciar las dos grandes corrientes que siempre han animado a la modernidad: la corriente francoalemana (desde Descartes hasta Hegel) y la corriente anglosajona (desde Hume y Bacon hasta los pragmáticos norteamericanos del tipo de Pierce y Dewey). Su coexistencia nunca ha sido fácil. Empezaron ignorándose, luego se declararon enemigas y por cierto tiempo terminaron tolerándose a uno y otro lado del canal de La Mancha. Me decía que los postmodernos la simplifican y la presentan como una unidad homogénea y cerrada. De hecho, explicaba, la extensión del pragmatismo es la que puso en cuestión toda la lógica de la razón especulativa y de sus relatos emancipatorios. Debemos concluir de alguna manera que la postmodernidad, en algún sentido, no es más que la hegemonía del género de discurso pragmático.

Al aceptar esta observación tan sencilla como profunda del Dr. Serrano, como apasionado del fenómeno, empezé a notar a contraluz que la mayoría de los críticos modernos también no reparan en las distintas corrientes que componen confusamente la condicón postmoderna. Lyotard mismo en una de sus cartas que figuran en su obra "La postmodernidad explicada a los niños" confiesa que la constituyen corrientes opuestas, de modo similar como se originó la modernidad misma. Un reputado escritor español, Fernando Savater, reconoce la familiaridad y le llama "puntos de fuga sobre un plano". Jürgen Habermas, otro prestigiado autor de origen alemán, logró diferenciarlas en dos corrientes: la neoconservadora (o neoliberal que para el caso es lo mismo) y la anarquista estética.

Así, pues, de algún modo, creo que el Dr. Serrano tituló esta obra que estamos comentando, pensando también en las vertientes que componen esta nueva condición. Sin embargo, sólo aparece en su libro con mucho énfasis uno de esos rostros: el neoliberal. Con todo, sin embargo, hay otro rostro de la postmodernidad, del que extrañamente no habla el autor, que me permitiré distinguir del que explica a lo largo de toda su obra: el rostro anarquista. Una expresión que en nuestro medio asusta, como muy bien me confesó en privado una vez el propio Dr. Serrano. De pronto no sólo "Hegel ha regresado", como él mismo dice, aunque esta vez del lado del enemigo, de Fukuyama, sino también Bakunin, Proudhon y Sorel y esta vez, como siempre, del lado de los amigos, de los movimientos sociales. Como se sabe, el anarquismo de inspiración estética proviene directamente del vanguardismo artístico de los 20 y los 30 en la Europa de la preguerra. Su crítica a toda la sociedad ha proporcionado herramientas heurísticas para cuestionar toda la cosmovisión, en sus distintas acepciones, llamada moderna.

De modo, pues, que creo que el Dr. Serrano se sitúa en una especie de entronque entre una crítica que hace con justicia a una de las corrientes postmodernas neoliberales (el pragmatismo) y los propios elementos rescatables de la corriente francoalemana (como la ética kantiana, la síntesis hegeliana y la nostalgia dionisíaca) que debe anudarse en silencio con la diferencia y la diversidad culturales propia de nuestros pueblos y por las que lucha para que se les respete. Algo que es profundamente postmoderno, y que de hecho es lo importante para culturas semi-europeas como las nuestras, hasta el grado de llegar a originar conceptos que ya le son propios como la "diferancia" derrridiana (differance) y el "diferendo" (differend) lyottardiano.

Es lo curioso de la obra y del pensamiento de su autor. Usa una racionalidad, si la podemos llamar así, moderna tardía compuesta de conceptos que ya no le pertenecen a ese estadio y que paradójicamente defiende.

El planteamiento tiene mucho que ver con el ensayo que Derrida hace sobre Lévinas en el cual ataca su concepción de que toda la cultura europea no ha sido más que el ego tratando siempre de subsumir al alter, al otro en los mil modos filosóficos que ha generado tal cultura. Lévinas siempre luchó por la libertad absoluta del alter, y la crítica y la fecundidad de Derrida sobre el asunto es, precisamente, que si se hacía eso terminaría reproduciéndose el ego de nuevo, cuando lo pertinente es no enfatizar más que en la relación entre ambos, en la diferancia como la ha bautizado. ¿No les parece similar a lo que el Dr. Serrano llama "unidad en la diversidad"? ¿Y en lo que respecta al diferendo, el Dr Serrano, por ventura, no ha luchado en sus últimas obras porque nuestros "regímenes de frases" y nuestros "géneros de discurso", conceptos claves en el pensamiento de Lyotard, heterogéneos por principio y cuyos juicios producen la diferencia, no sean colocados bajo el relato emancipatorio de cuño neoliberal cuando apenas han sido liberados del metarrelato marxista?

"el rostro es, en efecto, la unidad inaugural de una mirada desnuda y de un derecho a la palabra", sino el electrónico, el postmoderno. Uno de sus rostros (Serrano, 1994). ¿Acaso el más ilusorio?

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