domingo, 15 de noviembre de 2009

La Repoetización del mundo

LA REPOETIZACION DEL MUNDO

Por Freddy Quezada

En mi clase de Epistemología de las Ciencias Sociales, que actualmente imparto en la UCA, al tratar de explicar el papel del Renacimiento en la Modernidad pregunté a las/los estudiantes si sabían quiénes eran Miguel Angel, Leonardo, Rafael y Donatello. No salía de mi asombro, cuando uno de ellos me respondió, con seriedad, que eran las tortugas ninjas.

Pensé, entonces, en cómo las tradiciones de un mundo pasan a otro y, simultáneamente, permanecen. Imagino que las tales tortugas tienen que ser nobles y heroínas para cargar con semejantes nombres. A lo mejor, digo yo, es un tributo de su creador al Renacimiento.

Simpático y comprensible, si admitimos que también nuestra epistemología occidental hace lo mismo. Se ha descubierto que tiene una increíble versatilidad, en especial la racionalista moderna, para despojar de todo atributo religioso y privar de todo sentido cosmovisivo los "instrumentos" de otras culturas que ha incorporado a su servicio. Es lo que vulgarmente Max Weber bautizó como "secularización y desencanto del mundo". Yo prefiero llamarlo "despoetización". Ya me explico.

La lógica de Aristóteles, en puridad, no se puede separar de toda la cultura griega, a menos que se la mutile. Santo Tomás sólo lo sospechó. No se la puede usar si no hay una "ataraxia" detrás de ella. Arrancada, como un corazón cuyas aortas y arterias se desangran en manos extrañas, de todo su sistema, se pervierte. Lo mismo con el álgebra, de ser un medio profundamente religioso en manos de los matemáticos árabes, fue desalojada con violencia de su hábitat cultural y sagrado. Castoriadis dice que, también, algo parecido le sucedió a los marxistas, cuando creyeron desprender sólo el "método" de Hegel, sin comprender que es imposible aplicarlo sin todo su sistema. Tal ignorancia acabó por perderlos.

Podríamos seguir diciendo lo mismo de otras situaciones similares, aún del propio cristianismo, como la secularización que se hizo de sus sitios sagrados, por ejemplo, el cielo se convirtió en paraíso futuro; su palabra infalible pasó a la ciencia; el Humanismo se convirtió en religión y el individuo luterano en sujeto epistémico; los científicos se convirtieron en sacerdotes; los psiquiatras en confesores; el examen de conciencia en crítica; las capitales revolucionarias en Vaticanos y sus dirigentes en Papas, así como los héroes en apostóles y los mártires en santos; las promesas de reconciliación con el Señor pasaron a ser las de la especie; el hombre nuevo de San Pablo se heredó en el hombre nuevo del Che Guevara; la conversión pasó a ser el cambio de cambios; en fin, la Razón se divinizó. Repetíamos al mundo que, según creíamos, denunciábamos.

Se podía desacralizar todo, todo... menos la secularización misma. Al empezar a hacerlo, es decir, a interrogar al fundamento, sus críticos descubrieron la paradoja y hoy se han encontrado con que otra cultura, la budista, y una tradición griega olvidada como la de Zenón, Gorgias y Protágoras, ya lo habían hecho.

Es decir, nos estamos acercando de nuevo a otra incorporación, aunque esta vez desde un racionalismo moribundo. Siente que le falta "algo". Busca y, ahora, en su vigilia, se encuentra con los mismos monstruos que produjo cuando soñaba. No se reconoce en el nihilismo que él mismo fundó. No puede detener su propio viaje hacia la nada y, por tanto, no tiene más salida que hacer de la necesidad una virtud. Toffler lo expresa así: "El efecto de aceleración, al convertir cada unidad de tiempo ahorrado en algo más valioso que la última unidad, crea así una curva de retroalimentación positiva, que acelera la propia aceleración".

Es tan difícil para nuestra cultura, casi imposible, soportar, como decía T.S. Elliot, "demasiada realidad". El día que Occidente sepa quién es realmente, una cultura entre otras, desaparecerá, como la griega y la maya, y todo se repoetizará otra vez.

Ahora, pienso, como Zenón, que el movimiento es una ilusión como el que vemos en el cine y, como los budistas, que el tiempo también. La pasión por el cambio, por la que arriesgué una vez mi vida y ví segada la de mis amigos, esa que ha exhibido siempre orgullosamente Occidente, está hoy en unas "ruinas circulares" como el famoso cuento de Borges. Y creo, también, que hoy anda en busca de una segunda oportunidad para redimir sus culpas.

Seguramente camina por las principales capitales europeas, diciendo, como el protagonista de "La Caída" ante el río Sena, cuando fue testigo cobarde de un suicidio: "Lánzate otra vez muchacha, para que esta vez nos salvemos tú y yo." Pero, al mismo tiempo, se dirá, como la primera vez:

"Siempre será demasiado lejos y,

siempre, demasiado tarde".

Managua, febrero 1997.

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