NARSITEO: UN PARADIGMA PROBABLE EN LA NICARAGUA POSIBLE
Carlos Molina Marcia
Orlando Morales Ortega
Freddy Quezada Pastrán [1]
INTRODUCCION
En Nicaragua, no ha comenzado un debate amplio sobre la crisis que atraviesan las ideas revolucionarias. Han habido, por supuesto, esfuerzos individuales de uno que otro autor que señalan algunos puntos claves de la polémica que se debe abrir entre los revolucionarios que buscan si no un nuevo paradigma, al menos una interpretación que nos abra la imaginación y nos conduzca a luchar por utopías sensatas y relativas.
El IMSCO ofrece estas reflexiones, parte de un trabajo en elaboración, a ese conjunto de personas, hombres y mujeres, que buscan afanosamente comprender cómo ubicarnos en la situación actual de nuestra época y cómo derivar algunas referencias que nos permitan al menos saber quiénes somos aquí y ahora.
Nada mejor que servirnos de los eternos griegos para ilustrarnos. Usaremos tres personajes de la mitología griega muy diferentes entre sí, pero que de cualquier modo representan, a nuestro juicio, tres racionalidades perfectamente distribuibles en el espectro existencial de nuestro días. En nuestras discusiones, los personajes los habíamos opuesto, hasta el grado de no entendernos dentro del IMSCO, y sólo fue a través de un artículo de José María Roca[2], interesante pero desconocido en el medio nicaragüense, que entendimos por fin que el secreto estaba en integrarlos.
I. PROMETEO
No en vano, Marx fue calificado por uno de sus biógrafos como "El Prometeo de Tréveris". Todo revolucionario en el mundo después de él, tuvo, en efecto, algo de Prometeo. Y es que este paradigma es el típico culto al sacrificio y el ofrecimiento desinteresado de la vida propia y ajena por un mundo mejor. Siempre fueron minoritarios y hoy lo son en mayor grado.
En Nicaragua, en el período de la lucha contra Somoza, surgió una pléyade de luchadores que osaron enfrentarse a los dioses para dignificar a los "seres de un día", tal como nos denominaban los inmortales del Olimpo.
No obstante, como en la mitología griega, una parte de ellos fueron castigados implacablemente por su insolencia; otros tuvieron que renunciar a sus ideales para reconciliarse con quienes ostentan el cetro y el poder, es decir, la burguesía. Estos últimos, abandonando el espíritu prometeico, se han convertido en los principales sostenedores del poder de los dioses, proclamando su invencibilidad (la de la burguesía y el capitalismo, por supuesto).
Quienes conservan el espíritu de Prometeo, quienes siguen considerando necesario subvertir el orden actual, viven un drama desgarrador. Desprovistos de fuerza al ser encadenados por los dioses y sus cómplices, al menos conservan energías para seguir gritando contra las fuerzas del orden, que admite sus reclamos aunque sólo sea para ilustrar su tolerancia y proceder con ceremonia a burlarse y escarnecerlos ante un público escéptico y castigado.
II. SÍSIFO
Se sabe que Sísifo se vio condenado por los dioses a subir eternamente una roca cuyo castigo estaba en verla rodar hacia abajo y reemprender su ascenso, sólo para verla caer de nuevo. Casi siempre se identifica a los trabajadores con esta figura, por la articulación cotidiana que establecen con la labor monótona de cada día, por la invencible necesidad de reproducir un modo de vida que, sin esperanza alguna, desarrollan unas sociedades que los extraña y los aliena hasta el grado de identificarlos con su propia piedra.
Han sido víctimas del castigo de los dioses que ordenaron para los simples mortales que "el trabajo lo es todo", siendo un requisito para obtener una nueva vida en el cielo, dado que la terrenal tiene que estar desprovista de placeres para ellos. En la búsqueda de su redención se encontraron con un principio parecido, promovido por prometeos reconciliados con los dioses, con una variante muy poco diferente a la anterior. Ya no trabajarían para lograr una nueva vida celestial, sino para crear las condiciones en aras del disfrute de las nuevas generaciones.
Vista así, ambas lecturas son incursiones de divinidades que les asignan una vida entendida sin sentido, árida, mezquina y privada de luces por su simplicidad y su rodar sobre sí mismo. De algún modo, estos sísifos, que son los más en el mundo, no llegan a asumir rostros concretos porque siempre fueron vistos bajo las antorchas colectivas que intentaron arrastrarlos en sus desmesuras. Aún hoy los franceses tienen un calificativo para reconocerlos, les llaman Jacques le bônhomme. Y, con todo, siguen empujando la misma roca, probablemente con menos fuerza de la que se emplea cuando se le comunica una esperanza desde afuera. Ellos son los que al fin y al cabo motivan este tipo de reflexiones.
III. NARCISO
Quizás es la figura más actual de las tres. Su centralidad descansa en el culto a las formas, incluyendo la del propio cuerpo, y el carpe diem, es decir, en gozar el presente al máximo y cultivar el placer por el placer mismo. Probablemente este atributo, aunque mucho más refinado, lo asemeje a los artistas sólo por la gratuidad que encierra. Narciso es el receptor por excelencia del consumo y por su individualismo e indiferencia. Se le conoce tambiém como el actor principal del postmodernismo. Es una criatura del desencanto típico de los movimientos redencionistas del siglo XX y su angustia es la búsqueda del éxito individual en cualquier terreno y a cualquier precio.
IV. NARSITEO
Por separado ninguno de los tres personajes puede comunicarse. Juntos y unidos dentro de una lucha contra las desigualdades y las injusticias del sistema, puede alzarse como una opción probable dentro de la nueva etapa nicaragüense. Ni solamente los excesos de la Idea, ni solamente la repetitividad del trabajo arduo y gris ni mucho menos el apetito sin fin del placer, se pueden manifestar como paradigmas para luchar contra las irracionalidades de la sociedad actual. Para estimular las voluntades colectivas sobre la necesidad de luchar contra las fuerzas que oprimen y explotan a las personas dentro de un sistema inicuo y excluyente, se requiere unir dialécticamente lo que la especie humana tiene de divino, lúdico y laborioso, es decir, en la perspectiva de una nueva síntesis construyendo una suerte de Narsiteo,[3] como ha bautizado al personaje revolucionario del postmodernismo J. M. Roca.
Así, pues, proponemos un nuevo modelo de ser humano que sea representante de una utopía, que aprecie el trabajo ‑‑sólo lo que a uno le cuesta se defiende con vigor‑‑, y que no sacrifique su goce inmediato en aras del bienestar de las nuevas generaciones. Es decir, piense, trabaje y se divierta al mismo tiempo que incluya como nueva propiedad adquirida de su síntesis, la lucha por la justicia social y la libertad sin furia de dioses, saturación hedonista y alienación de mortal. Algo de Marx, de Jacques le bonhomme y de Joyce; del Ché, de Lula y Octavio Paz; en fin, de Sandino, de Darío y de cualquier otro nicaragüense, es decir, de Ud., amigo lector, o alguno de nosotros.
Managua, 16 de marzo de 1992
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