domingo, 15 de noviembre de 2009

La Sociedad de los voyeurs

LA SOCIEDAD DE LOS VOYEURS

Por Freddy Quezada

Voyeurs es una expresión francesa que puede ser traducida como fisgón o mirón. Pero no sé si sea suficiente para enfatizar su morbosidad y lujuria. Voyeurs son dos adultos, sin VHS, que fingen no conocerse a la entrada o salida de un film porno duro. Las sociedades saturadas por la televisión y el cine podrían responder a una connotación así. Lo digo a partir de un fenómeno curioso que experimenté. En una asignatura que imparto en una Universidad de Managua, después de explicar la racionalidad de la revolución francesa, un alumno me solicitó nombres de películas donde podía informarse. Pensé, casi por reflejo, en Danton con Gerard Depardieu o en Historia de Dos Ciudades, de Dickens, llevada hace mucho a la pantalla. Pero, me pregunté, porqué no pidió referencias bibliográficas. Entendí que por las mismas razones por las que muchas personas se ilustran en Discovery Channel: aprender divirtiéndose. Nueva fuente de verdad: el espectáculo y el conocimiento. Una sabiduría para matarnos de la risa.

Aristóteles, Da Vinci, Goethe, Heidegger y Weber son los teóricos del ojo, la mirada y la imagen. Uno de ellos dijo que la mirada era el más científico de los sentidos y el último, incluso, confesó una vez que la mirada moderna es la profanación de lo real, la desacralización de los misterios: todo puede ser visto y nada hay sagrado. Hasta entonces a Dios sólo se lo podía escuchar ( o leer), pero verlo a los ojos era un sacrilegio. Aún hoy los judíos se lo prohiben. Pero ahora los occidentales ya podemos. Y con ello, damos paso a un empobrecimiento más con el reino de la imagen. La imaginación (fijaos, la misma raíz: imago) primaria del relato oral fundante ("Soy el que soy") y la polisemia de la lectura ("no hay una sola Biblia") se han adelgazado, tal como esta viene de hacer lo mismo con aquella. Aunque concedamos que la imaginación reaparezca en la imagen de otra manera. Siempre se pierde algo para siempre.

El panóptico del sistema que una vez imaginó Foucault, parecido al "Big Brother" de Orwell en su novela 1984, ha terminado por ser la televisión, sólo que esta, no nos vigila para controlarnos, sino que nosotros la miramos (con el vagabundeo que nos permite el control remoto y al cual le llamamos "libertad") para no romper con el sistema y ubicarnos "afuera", donde nos ha dicho que no hay nada.

Un poco como el Mundo Feliz de Huxley, donde todos acuerdan no romper con él. Neil Postman, un comunicólogo norteamericano, ya lo había descubierto. Robin, el joven maravilla, golpeándose con el puño de una mano la palma de la otra, seguro que diría: caracoles, Batman!!!

La televisión todo lo fragmenta, lo descontinúa, lo trivializa, lo une, lo recompone, lo hace espectáculo, lo divierte, lo entretiene, lo olvida, lo reaparece. Todos los atributos que tienen los procesadores de palabras en los encabezados de sus comandos. Es magia. Una chica puede hablar en las noticias de un par de desastres mayúsculos y estarse plisando la falda para no afearse el culo, o un presentador hablar de unas guerras locales y ensayar una sonrisa estúpida sin destino. !!Qué importan las guerras y los desastres!! Lo que importa es la imagen, las caderas y la boca, del que las presenta. !!Qué importa el contenido!! Lo que importa son los efectos especiales y los ángulos visuales. ¿Quién puede refutarlos?

Es la tiranía de la imagen que nos ha privado de nuestros sueños y que nos devora. Sólo nos hemos quedado con una realidad "real" flaca y llena de pulgas que horroriza ver. Es la venganza de Diana. Acteón, nosotros, hemos visto desnuda a la Diosa en el bosque. Y, en consecuencia, nos ha convertido en ciervos para ser destrozados por los propios perros que hemos empleado para rastrearla. Pero el verdadero castigo viene después. Condenados a no creer en nuestras propias ilusiones, debemos renunciar a las utopías y reconocer, como dice Cioran con amargura:

"Los sueños son engañosos; cagarse en la cama, eso es lo verdadero".

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