domingo, 15 de noviembre de 2009

El Sufrimiento: suelo de las redenciones

EL SUFRIMIENTO: SUELO DE LAS REDENCIONES

Por Freddy Quezada

El dolor fue la base de la investigación de Buda para diagnosticar la abolición del deseo como fuente del malestar humano. Muchos pensadores hindúes no occidentales, aún seculares, enfocan desde este punto de vista toda cuestión. Quizás por eso, la India, en una de sus sabidurías, siempre nos parecerá misteriosa porque hace despegar sus asuntos donde nosotros sólo queremos resolverlos. El dolor en nuestra cultura ha sido el subsuelo sobre el que se levantan todas las redenciones.

Occidente siempre se ha dicho a sí mismo que el dolor debe tener algún sentido; no es posible que el sufrimiento de tantas personas no tenga alguna salida. Cuando al sufrimiento le asignamos sentido es porque no podemos imaginarnos un universo donde el dolor no tenga una recompensa o los sufrientes una redención. A lo largo del tiempo no nos podemos perdonar no buscar soluciones para resolver el sufrimiento humano. Así, vivimos una "caída" en la historia como perdición y búsqueda.

El deporte más popular de nuestra cultura, heredado de sabios a profetas y de sacerdotes a científicos, es la construcción de sujetos sociales para redimir a quienes sufren, viniendo de sufrir lo indecible ellos mismos. Quizás Prometeo y Moisés sean los paradigmas de esta situación, aunque el primero lo lleve con orgullo (casi alegría) y el último como un deber (casi un sacrificio).

Queremos salvar siempre al otr@ que sufre, al humillad@, al ofendid@, al explotad@ y al oprimid@. Este sólo punto ha servido para construir narraciones salvíficas de gran aliento, religiosas o ateas. Lo triste es que cuando uno sabe que está fabricando el propio sentido que situará por encima de los demás, lo lógico es renunciar a ello o estar claro del asunto y proceder a divertirse o aburrirse según quepa, pero sin ilusiones. Al revés de Dios, no podemos creer en nuestras propias criaturas porque nos conocemos.

Al derrumbarse las utopías, el dolor sigue y permanece, y es pensable que vuelvan a reproducirse las ofertas emancipatorias centrales en otras actores sociales. Las mujeres, los niños, las culturas, la naturaleza, el cosmos son pasibles de ser elegidas para centrar todo de nuevo. El dolor de estas entidades obliga a los observadores a tomar la palabra para construir la nueva narración.

Fue lo que sucedió con el marxismo, esa continuidad del cristianismo sólo que en quiebre con él. Es la tradición de ruptura de Occidente. Hoy son otras ofertas de cortes, del mismo modo, las que circulan en el comercio de narraciones basadas en el género, en l@s otr@s, la naturaleza, la historia, etc.

Creo que cada capa de la cebolla que despojamos nos enseña cuán miserable somos. Si ayer la villana era la burguesía, hoy el patriarcado y mañana la cultura: cuándo se detendrá el movimiento. Cada paradigma nuevo que produce Occidente nos enseña cómo el sufrimiento se ensancha concéntricamente hasta el punto de convertirnos en cómplices a todos. Camus dijo alguna vez que la democracia se iba a consumar el día que todos nos supiéramos culpables.

La redención o sus nombres modernos (libertad, igualdad, justicia, fraternidad) necesita descubrir o crear dolores nuevos para hacer cabalgar a actores igualmente nuevos que le procuren el suelo de su lucha contra un sistema creado por nosotros.

Llegará un día en que, sin más sufrimientos que descubrir, entraremos, consciente de lo miserable que somos todos, cansados, hartos y desilusionados, a una Tierra Prometida, donde no recordaremos a ningun@ de l@s Moisés que, condenad@s a no entrar, llorarán nuestra ingratitud pública. Entonces, sólo entonces, dejaremos de sufrir porque ya no buscaremos dejar de hacerlo.

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