domingo, 15 de noviembre de 2009

Diez Imágenes desde la Postmodernidad

DIEZ IMAGENES DESDE LA POSTMODERNIDAD

Por Freddy Quezada

Una expresión de Cicerón que dice, más o menos, que las personas que recuerdan están condenadas a llorar, empecé a rastrearla, para citarla correctamente, con los robots buscadores de INTERNET y me llevaron a una canción popular colombiana, llamada precisamente "Recordar es Sufrir". No pude evitar sonreír al imaginar que el magisterio del sabio romano ya está al servicio de los cumbiamberos a los que sólo les interesa mover el culo en las pachangas. Cuento esto porque no imaginé que un aforismo tan profundo me llevara a una expresión tan popular y manida. Se le hizo a Walter Benjamin para furia de George Steiner. Qué bochorno!!!

Otros, dicen, por supuesto, que "recordar es volver a vivir" como el revival, el remake y la moda retro de nuestros días que reembobinan el pasado, en la época precisamente que adora el presente, haciendo ver la maniobra como el reciclaje que ocupan en las granjas avícolas de escala, donde hacen comer a las aves sus propias heces, para su engorde, terminando por darle ese sabor insípido a sus carnes.

Pero, no importa si lo uno o lo otro es cierto, la verdad es que la filosofía no es nunca cosa de expertos ni de eruditos, ni de sabios alejados del mundo. Es de todos y, a mi juicio, en especial, de las niñas y de los niños que apenas le estamos construyendo su memoria, es decir, los empezamos a matar.

La memoria y el sufrimiento siempre han estado alejados, para los occidentales, de los problemas epistemológicos del pensamiento y del lenguaje. Y hoy deseo establecer los profundos lazos que las unen y que nuestros postmodernos han sospechado, pero que no han desprendido todas la enormes consecuencias que encierran.

Presento brevemente un mapa geofilosófico de las postmodernidades, que las podemos subdividir casi por naciones, para ubicar en la cartografía intelectual el pensamiento postmoderno nicaragüense.

La que inició todo el relajo fue la francesa post-estructuralista (Jacques Lacan, Jean Francois Lyotard, Jacques Derrida, Jean Baudrillard, Paul Virilio, Emil Cioran [1]); luego se le unió, desde otra dirección, la anglosajona pragmática (Paul Feyerabend [2], Richard Rorty, Francis Fukuyama, Samuel Huntington, Hal Foster, Fredrick Jameson, David Harvey, Ihab Hassan), la italiana y española barroca (Umberto Eco, Gianni Vattimo, Fernando Savater, Eugenio Trías, José María Mardones, Joseph Picó). Curiosamente desde Alemania, esa nación que siempre está llegando tarde a todos lados y ganándose la delantera a punta de una velocidad que después no sabe detenerla, es de donde han partido las resistencias a las postmodernidades con Jürgen Habermas y, quizás, Niklas Luhman. Desde las sociedades postcoloniales y orientales, también, han llegado críticas durísimas contra la cultura Occidental que coinciden con muchas lógicas postmodernas (Edward Said, Gayatri Spivak, Arjun Appadurai, Takeshi Umehara y Shuichi Kato).

Ahora, como fruto de la avalancha donde la modernidad está definida por la postmodernidad, ya hay investigadores que dicen que hay varias modernidades (Wagner, 1997) y Bruno Latour (1991), en una excusa vergonzosa, dice que los europeos nunca han sido modernos. ¿Qué les parece?

En Latinoamérica, la postmodernidad llegó disfrazada como "Transición a la Democracia" y tarde, como siempre, expuesta al hazmerreír de los otros imitadores. Un Octavio Paz solitario, como antes Jorge Luis Borges, empezó a hablar de algunos conceptos trabajados por los postmodernismos (en especial el tiempo y la " Otredad" o alteridad como se dice correctamente). Después de abandonar el disfraz político con que lo hizo llegar Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, a través de Norberto Lechner y Guillermo O'Donnell, lo empezó a trabajar seriamente Nicolás Casullo, Néstor García Canclini, Fernando Mires, Beatriz Sarlo, Nelly Richards y otras/os profesores universitarios y escritores independientes como Carlos Monsiváis y Fernando Del Paso. En Nicaragua, los presentadores serios del pensamiento postmoderno han sido el Dr. Alejandro Serrano Caldera, Arq. Porfirio García Romano y este servidor, enamorado siempre de la Chica de Ipanema.

Ahora, después de este viaje en el mapa, quiero presentarles 10 ideas, que no tienen más valor que el de una fotografía, con una película derivada para darle movimiento a raíz de lo que pueda sugerir cada imagen.

· Fotografía 1: El ser y el deber ser coinciden para que el fin sea el principio: la nada

Película 1: Reflexionar es volver sobre sí mismo. Este acto supone que se vuelve a mirar algo que no ha cambiado durante el viaje de regreso. Significa que el ser, para encontrarse, necesita saberlo. Tal acto tan sencillo, en su vuelo, es el que origina el pensamiento en el tiempo. Pero el fracaso de este principio nos ha llevado a la conclusión que mientras no sepamos, somos y, a la inversa, mientras sabemos nunca seremos. Esta herida abierta es lo que llamamos vulgarmente filosofía y cuando se transforma en teoría de segundo orden del observador, epistemología. Por obra del dualismo llega a denominarse de varias maneras, siendo la más popular el ser y el deber ser y el observador y lo observado. Me parece que siempre estamos persiguiendo la carencia y el medio que empleamos es el pensamiento/lenguaje. De tal manera, pues, que, por pura lógica, para que el ser y el deber ser coincidan, hay que eliminar el pensamiento, como mediación, es decir, también su contraparte, el lenguaje. Así, en la más plena nada, es decir en el vacío, somos. No hay tiempo, ni principio ni fin, y en la nada, somos sin saberlo. ¿Complicado? Ya fue dicho en el Tao Te King así: "viva sin saber y sin deseos".

No se trata de que el ser alcance al deber ser y se satisfaga o que éste se llene y se introduzca en aquél. Para reconciliarlos necesitan estar separados: es todo lo que ha dado sentido a la filosofía clásica y moderna de Occidente. Pero lo que aquí afirmo es que se diluyan y se pierdan el uno en el otro, es decir, en la nada, que es lo más parecido a la eternidad, al menos en lo que ambas comparten fuera del tiempo lineal que conocemos. El ser y el deber ser no pueden reconciliarse porque jamás han estado separados. En puridad, ni siquiera se puede escribir nada de esto porque le devuelvo la vida cada vez que lo digo o lo pienso, que es lo mismo. El ser y el deber ser es el fruto de la reflexión cuyo primer acto es dividir, desde el pasado, en dos a la mismidad: el objeto y el observador.

· Fotografía 2: Somos narraciones de los otr@s y ell@s de las nuestras.

Película 2: La mismidad, al desdoblarse en narrador y narración, provoca esa ilusión que una vez la ciencia más orgullosa llamó "objetividad". Pero también provoca una polvareda de discursos que el arte más respetable ha llamado "subjetividad" donde somos las mil personas, que en verdad somos, en los relatos de los otros (o de las otras) del mismo modo que ellos o ellas lo son en los nuestros. Soy un actor en las narraciones donde estoy repartido. Si tan sólo "supiéramos" que eso nos disuelve. En unas soy villano, en otras héroe, verdugo, espectador, servil, callado, charlatán, recto, pervertido, etc. o, en una sola narración para otra persona, soy todos esos papeles a la vez. Al no escindir el ser del deber ser y permanecer siendo se deja de hablar y reflexionar sobre cualquier cosa, el dolor de ese desgarramiento primero, entre el narrador y su discurso, desaparece. Decirlo, para mí, hoy, es como subir por la escalera, como decía Wittgenstein, que luego quemaremos, para no bajar más de un ascenso inútil. La sabiduría "regresa" al es, al tao, deja de saber para ser. Me pregunto si este no es el dilema en el fondo de todo lo que escribe Jacques Derrida para resolver el asunto de los discursos brillantes de sus maestros Martin Heidegger y Paul De Man, y los compromisos personales de ambos con el nazismo. ¿Será por eso que le da tantas vueltas a la responsabilidad, esa soldadura derridiana entre el discurso y el narrador?

· Fotografía 3: La diferencia es celebrable, hoy, porque cada uno nos creemos diferentes pero eso, precisamente, es lo que nos iguala a los demás.

Película 3: En el momento exacto que destacamos la diferencia es cuando sabemos que necesitamos reunirnos en el UNO (que no es la mismidad) pero hoy no lo decimos por temor a regresar de donde huimos. Entonces quedamos entrampados entre las ruinas del origen y el desierto del presente. Lo políticamente correcto ahora es agradar a la diferencia, como antes era buscar la solidaridad, aunque la odiemos desde lo más profundo de nuestros actos por ese "algo" inexplicable que nos hace estar incómodos en cualquier lado. Respetar las diferencias, pues, las mantiene y dentro de contextos de poder, siempre presentes, las vuelve discursos que enmascaran pulsiones y voluntades de dominio, exactamente como tuvimos la oportunidad de ver con las miserias del socialismo. Las verdades no se pueden decir, sólo se hacen sentir. Una promesa que nos iguala y una diferencia que nos libera sólo pueden ser efectivas si las hacemos desaparecer la una en la otra.

· Fotografía 4: Nuestro mayor enemigo es el presente: la fuente del tiempo (San Agustín, Paul Ricoeur), el pensamiento (Jiddu Krishnamurti) y el lenguaje (Ludwig Wittgenstein).

Película 4: El presente es el que genera los otros tiempos como ilusión (futuro) o nostalgia (pasado). Pero querer anclarse en el presente ("construir en el agua", dice el Tao), como quieren hacer algunos postmodernos, es imposible porque precisamente es lo que lo hace tiempo: el deseo, el yo, el observador, crea la diferencia, otra vez, que se reparte ya no en el tiempo, como antes, sino en los seres. El carrusel de edades se transforma en uno de culturas y la diferencia se vuelve a levantar ante nosotros como tiempo. ¿No es absurdo? No se trata de eliminar el tiempo a través del presente, sino salirse de él y de los demás que él crea. Eliminar el tiempo es anular las mediaciones con la realidad que somos nosotros. Cuando lo hacemos seriamente es cuando nos damos cuenta que somos un inmenso rodeo que recorremos a través del pensamiento y el lenguaje. Son las capas de la cebolla.

· Fotografía 5: El observador es creado por la fugitividad e inasibilidad de lo observado. Al ser lo observado deja de haber observador, observación y observado. Se es.

Película 5: Nunca ha habido mismidad. Nunca somos una persona (como se nos hace creer) sino, al menos, dos. El que somos mientras caminamos y el que nos habla que es el todo, la cultura, el pasado y la memoria, en una palabra, el yo. Ya se ha dicho que pensar es hablar con uno mismo. Esa escisión es la que nos provoca la fugitividad del ser. La inasibilidad de lo que somos nos hace un túnel con lo demás. Al observar el polvo de nuestros barrios observamos las estrellas y los poros de nuestra piel en un solo torbellino. Pero si pensamos, si hablamos, desaparece la magia.

· Fotografía 6: La sociedad de hoy es el deseo en su estado puro. Abolirla es abolirnos: nacer siempre

Película 6: Me parece que fue Deleuze el que nos definió una vez como "máquinas deseantes". Ciertamente los occidentales vemos como natural tal base, popularidad debida a los psicoanalistas. No nos imaginamos que el deseo pueda cesar. Todo el capitalismo, las culturas y las sociedades, están basadas sobre ese simple motivo. Alguien dijo una vez que si todos al mismo tiempo, por un minuto, dejáramos de comprar en el mercado, todo el orden se derrumbaría y que jamás volveríamos a ser los mismos porque nunca lo hemos sido. El deseo es la base del dolor y del placer simultáneamente. Pido disculpas por esta sencillez venida de una cultura ajena. Pero es que antes, las sociedades occidentales avanzaban el deseo enmascarado con el sentido. Ahora que ha estallado en mil ofertas, el deseo se presenta puro y desnudo, es decir, en su último aspecto: el consumo. Nos queda desfascinarlo, sin oponernos, aceptando que somos el deseo para disolverlo.

· Fotografía 7: Conocer y no saberlo es toda la perfección.

Película 7: Una paradoja es perfecta cuando primero confunde al observador, luego lo agota, después lo hace renunciar y, por último, lo anula. Si ustedes se fijan, acabo de describir la trayectoria del asombro y la perplejidad. La expresión taoísta de la fotografía 7 es reunir dos cosas opuestas que son las mismas y obtener algo que no deseamos. En lenguaje occidental esto es equivalente al Rousseau que hablaba del buen salvaje como aquel hombre que es feliz pero no lo sabe o Unamuno que identificaba a la conciencia como malestar o pérdida. Yo no debería haber escrito nada de esto y, hacerlo, me dice que no puede ser verdad nada de lo que diga.

· Fotografía 8: Vemos siempre desde el pasado por eso al juzgar narramos. Nunca vemos el presente. El día que lo veamos desaparecerá.

Película 8: Vemos lo que recordamos. Todo la curva del pensamiento es como el símbolo del yin yan. Primero, al observar, vemos lo que alguna vez vimos o se le parece, perdemos, entonces, lo que es realmente pero, aquí viene lo asombroso, cuando de verdad vemos las cosas como son empezamos a ver el pasado desde esa nueva perspectiva que, a su vez, regresa al presente para repetir el error del que huimos. Es como el yin yan, se convierte uno en el otro en algún punto que no vemos. Por ejemplo, Zygmunt Bauman (1987:38), un investigador inglés, caracteriza el nacimiento de la modernidad con síntomas iguales a los de la postmodernidad ("libertad, relativismo y diversidad"). ¿Cuál es, entonces, lo nuevo del postmodernismo sino es más que una vulgar repetición o, lo nuevo del postmodernismo ya está sirviendo para ver a la modernidad de otro modo, pero, al hacerlo, le devuelve la mirada y la impresión es la que decimos en la primera parte de esta interrogante?

En realidad, no hay recuerdos, ni con qué comparar las cosas y los seres; el evento se torna insólito, colgado de sí mismo, es. En consecuencia, la cultura, la memoria colectiva, la anámnesis, sólo puede enseñar lo conocido. Lo desconocido, lo nuevo, no se puede comunicar con el pensamiento o el lenguaje, que es lo mismo. Jorge Luis Borges hacía decir a uno de sus héroes, Funes el memorioso, que podía reconstruir, a punta de memoria, un día entero en dos. Si lograra reconstruir uno en uno no lo sabría porque el signo sería igual al referente, el mapa sería del tamaño del imperio. Al eliminar el día sobrante que es la narración, exceso del ser, nos confundimos con lo "otro" que somos, también, nosotros, pero que necesitamos no juzgar porque nos volvemos, otra vez, a dividir entre el observador y lo observado.

· Fotografía 9: El verdadero problema de la postmodernidad es la acción, herencia de la modernidad.

Película 9: Creo que la acción es el vínculo de continuidad entre las distintas modernidades y postmodernidades. Es lo que las une, oculta a una mirada que sólo sabe ver lo que las separa. Es sintomático oír la expresión habitual entre escépticos postmodernos después de desconstruir el mundo: muy bien, pero, entonces, hay que hacer algo. Tal vez sea la acción, también, la que separa a las postmodernidades de las tradiciones orientales en especial de ese budismo secularizado que nos propone Krishnamurti y del wu wei (no acción) taoísta. Este último, se parece al laissez faire, laissez passer liberal, pero es otra cosa. En el liberalismo la acción es el interés individual (Hobbes, Locke), como en el socialismo lo fue la acción consciente colectiva (Marx, Lenin). Pero, ahora, es la acción por la acción sin sentido; ella misma es su propio fin. Ella se retroalimenta con sus propios impulsos que giran y giran con una violencia inercial. Por eso no sabe adónde va, porque no es su función presentar fines. Este es el nihilismo occidental clásico que sufren los países modernos cuando se derrumban sus valores y sus fundamentos. Quedan como "papalotes sin cola", como decimos en Nicaragua, volando, en efecto, pero sin dirección ni sentido.

· Fotografía 10: El intelectual postmoderno es un contrasentido. Primero, no debiera escribir; segundo, no debiera hablar ni siquiera en nombre propio y, tercero, quién se ha creído que es, el muy pajista, al venir aquí a oírse entre iguales.

Película 10: Lo único que nos ata a todo nuestro pasado son los nombres propios que condensan toda una aventura. El nombre es lo más falso que poseemos. De todos los Freddys que he sido, por ejemplo, no siento que sea en este momento, igual a aquel que no conocía aún a Andrea, mi compañera. Y que traicionó y fue traicionado. O que, a ratos, me parezca más a un animal que a otro ser humano. La discontinuidad no sólo es en el tiempo sino en el ser. Un postmarxista norteamericano le llama a esto "esquizofrenia" y señala su peligrosidad porque se refugia en la certeza del nombre propio que cree poseer. Ya ven, este hombre, que no menciono y que el especialista sabrá a quién me refiero, que le debe su fama a este descubrimiento, yo no sé si en este preciso instante todavía sostiene esas cosas que escribió a mediados de los ochenta. Para permanecer en el mundo de las ideas postmodernas no se debe escribir porque todo envejece o, por lo menos, prohibirse leer bibliografías antes de los noventa o del dos mil. ¿Qué nos queda? oírnos en tiempo real. ¿Y entre quiénes? entre iguales para disolvernos. ¿Entonces para qué hablamos? Para nada.

Un intelectual postmoderno, en países como Nicaragua, es un pobre diablo, uno más entre los otros, perseguido por un calor terrible y por un sol descargando con furia sus rayos sobre nuestras espaldas, como si alguien le hubiese dicho que su compañera, la luna, le ha sido infiel todas la noches, siempre, con nosotros.

Muchas Gracias. Marzo del año 2000.

REFERENCIAS BIBLOGRAFICAS

BAUMAN, ZYGMUNT (1987) Legislators and interprerters.On Modernity, Postmodernity and Intelectuals. Cambridge: Polity.

LATOUR, BRUNO (1991) Nous n'avons jamais eté modernes: Essay d'anthropologie symétrique. Paris: La Découverte.

WAGNER, PETER (1997) Sociología de la Modernidad. Barcelona: Herder.



[1] En verdad rumano, pero francés de adopción.

[2] En verdad austríaco, pero inglés de adopción.

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