EL DISCURSO MUERTO Y
Por Freddy Quezada
Para nuestro amigo Juan M. Vera
Soy un cinéfilo muy malo; del montón. De esos que conciben los cines como un buen sitio a oscuras para pincharse los ojos e impresionar con lágrimas a las chicas en el segundo antes de declararse y besarlas. Luego, unas palomitas de maíz, los pies encima del asiento delantero y una mano cálida entre las mías me preparan, casi siempre, para celebrar mis pequeños triunfos concentrándome en las películas de marras.
Nada de importancia sucedería, en tales episodios que con frecuencia suelo ensayar, si no fuera porque la escena en que Forrest Gump estrecha la mano de los presidentes Kennedy, Johnson y Nixon, me inundó la cabeza con una nube de ideas.
Como se sabe, estamos en la decadencia del discurso, de los metarrelatos. Hay una incredulidad en los héroes y los representantes de las grandes promesas de
En "El jardín de los senderos que se bifurcan", Jorge Luis Borges (1984:112, 114) dice que hay
"infinitas series de tiempos, en una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos. Esa trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o que secularmente se ignoran, abarca todas las posibilidades. No existimos en la mayoría de esos tiempos; en algunos existe Usted y no yo; en otros, yo, no Usted; en otros, los dos... Alguna vez, los senderos de ese laberinto convergen; por ejemplo, Usted llega a esta casa, pero en uno de los pasados posibles usted es mi enemigo, en otros mi amigo".
Este célebre pasaje --dicho sea de paso-- es ignorado por los estudiosos de la teoría del caos, quienes lo están reviviendo (Brigss y Peat, 1990:143), junto al tiempo explorado por Ilya Prigogine, y al que le llaman descaradamente "la ventana de los senderos que se bifurcan". Inaudito si se alega ignorancia, sobre todo si partimos que uno de los autores del desaguisado es Doctor en Estética.
Como quiera que sea, las posibilidades del tiempo que están inaugurando las tecnologías de punta combinada con los discursos nos obliga a pensar que ya nada es cierto o es mentira. O que todo es cierto y es mentira a la vez. La historia está en manos de cualquiera.
Nuestras pupilas vienen de ser impresionadas por juegos puramente de imágenes donde no hay tiempo para reflexionar y en la variedad no hay relación entre una y otra. Sólo un relámpago. Todo el que ha tenido un control remoto para ver cable, lo sabe. Si sumamos este fenómeno al de la velocidad como una categoría que se ha emancipado de su vieja servidumbre como atributo de los conceptos de tiempo y espacio, tendremos una cosmovisión escalofriante. El viaje hacia la nada. Nada dura; todo pasa.
"La nada nos había llegado primero a través del nihilismo filosófico, después por otro lado y más recientemente, a través de las ciencias físicas. La microfísica ha disuelto cualquier sustancia concebible llegando a la naturaleza íntima de las partículas, la astrofísica instaló luego a la nada en los orígenes del universo y en el horizonte temporal de nuestra humanidad nuestro sol morirá indefectiblemente... arrastrando cualquier vida hacia la nada" (Morin, 1994:147).
Los sentidos actúan pero también nos engañan, como las piernas del teniente Dan que están ahí pero no las miramos por su tratamiento computarizado. Igualmente, los efectos especiales de Terminator II, Jurasic Park, The Specialist, The Flintstones, Trues Lies, los trucos de Tom Savini, Steven Spielberg, George Lucas, etc. nos embotan la mirada. No hay discurso o es muy simple. Sólo imagen. Es el regreso a la mirada como sentido principal de contacto con el mundo, de reencantamiento. Esto me recuerda incluso que la raíz griega de teoría es ver. Aristóteles empieza una de sus obras más teóricas precisamente con la mirada. Un antropólogo norteamericano (Tyler, 1991) muy audaz, dice que toda nuestra cultura está fundada en la visión. Es el argumento práctico incontestable en el mundo contemporáneo. Es cierta una cosa porque se mira. Es el secreto del triunfo de la imagen.
Hay algunos autores, basados en novelas post-modernas antiutópicas, que definen a la historia como un cementerio de posibilidades, menos una (Vera, 1994:62). Es decir, la historia no es más que el desarrollo de sólo una probabilidad (la que a fin de cuentas sucedió) de un conjunto de direcciones que se han muerto, de ahí lo de cementerio, exactamente como el proceso natural de fecundación en el que, de la masa de espermatozoides, basta sólo uno para hacer la reproducción.
No podemos regresar en el tiempo. Este efecto especial es diferente de los otros. Kennedy, Johnson, Nixon y Lennon no son actores, no son dobles, no son un truco; son ellos mismos dentro de un discurso cinematográfico. Pero ahora, a partir de Forrest Gump, podemos circular dentro de sus bifurcaciones y alterarlas. Entrar al jardín de Jorge Luis Borges. Jugar al héroe, al Héctor Hitchcock --¿recuerdan ese dibujo animado?--, con los documentos audiovisuales históricos para sentirnos los héroes o villanos que jamás seremos en este aburrido mundo postmoderno. ¿Qué les parecería una película con los ricos documentos audiovisuales de la epopeya sandinista, esa última revolución del siglo XX?
Forrest Gump como travesti levantando un fusil junto a Edén Pastora en la escalinata de un avión; con un pasamontañas y de tacones altos a la par de "Marcos", el jefe de la primer guerrilla postmoderna; aprendiendo lecciones budistas en las caminatas del Mahatma Gandhi; levantando por todo lo alto el dedo medular a Hitler en medio de las concentraciones nazis; haciendo oir sonoras pedorretas en las manifestaciones stalinistas; extrayéndose mocos monumentales frente a Mao mientras agita su libro rojo; enseñándole el culo a Franco, como lo hizo con Lindon B. Johnson, en medio del más serio de sus discursos. Y, así, esperando la reacción de los personajes, poder alterar la historia, para mejor o peor. Repetir el círculo para romperlo. Más o menos con la cosmovisión con que los griegos entendían el dominio de la naturaleza: obedeciéndola y no transformándola como nos enseñaron, después, el judeocristianismo y el racionalismo instrumental.
El discurso moribundo se levanta y se encuentra con la imagen poderosa para readquirir sentido como juego, como una historia no lineal, rica en direcciones que reactuaría sobre la realidad misma devolviendo información en un bucle recursivo hasta romperse en el caos y no saber cuál es la verdad --si es que alguna vez hubo una-- y la mentira --si es que es tan mala como dicen.
Bienvenido Forrest al velorio del discurso. La gran atención que merecerán películas de esta naturaleza, probablemente disminuyan mis tasas de noviazgos, pero elevarán sin duda al nuevo género, que anuncian estos efectos especiales, hasta que nos ayuden por primera vez a reflexionar sobre nuestro pasado a medias cierto y a medias inventado por los triunfadores. Si la historia ya es un invento, una narración, ¿por qué no hacerla imaginación completa?: poesía.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
Borges, J.L. (1984) Ficciones Alianza Editorial. Madrid.
Briggs, J. Peat, F. (1990) Espejo y Reflejo. Del caos al orden. Gedisa. Barcelona.
Morin, E. (1994) Pensar Europa. Gedisa. Barcelona.
Ricoeur, P. (1987) Tiempo y narración. Ediciones Cristiandad. Madrid.
Tyler, S. (1991) "Acerca de la `descripción/ desescritura´ como un `hablar por´". En C.Geertz, J. Clifford et al: El surgimiento de
Vera, J. M. (1994) "Utopía y desutopía" en Iniciativa Socialista No. 29. Madrid; págs: 59-65.
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